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EL AMOR ETERNO DEL JEQUE CRUEL
EL AMOR ETERNO DEL JEQUE CRUEL
Por: Pandora
Su alteza, su esposa se ha ido

La boda del Jeque Alejandro Ali y la bellísima Montserrat Villalba, se había celebrado a lo grande. en la espectacular mansión de la familia Ali. Sus palmeras, las dunas doradas fueron testigo del puro amor de la pareja, ellos se amaban con pasión ardiente.

El jeque había conocido a su esposa en un viaje de negocios que hizo a México, apenas la vió supo que sería ella a quien convertiría en su mujer, nunca esperó que la felicidad que consiguió se le esfumara en apenas un día gracias a esa serpiente que se había logrado meter a su cama.

Ella había aprovechado y se escurrió a la habitación donde el apuesto egipcio de mirada esmeralda, y barba cerrada se encontraba descansando después de beber con los millonarios socios que había atendido. La mujer al verlo con los ojos cerrados aprovechó y puso un pañuelo en sus ojos, después desabrochó su pantalón y comenzó a hacerle una mamada.

Apenas terminaron el Jeque quitó el pañuelo de seda de los ojos, estaba apurado porque algo se sentía extraño, por algún motivo no le sabía bien. Su semblante palideció apenas vió a Nathalya, la prima de su mujer que le había estado coqueteando en todo momento.

— ¿Qué carajos crees que haces? ¿Cómo entraste aquí? ¡Soy el esposo de tu prima, maldita sea, pero poco te importó y viniste con engaños a mis aposentos! — El frío Jeque sentía que se hundía en la desesperación, había traicionado sus votos con su amada Monse, ¿Cómo podría mirarla a los ojos? Él le había prometido jamás traicionarla, y ahora...

La mujer rubia se ponía de pie mientras se reía.

— No te quejabas mientras te chupaba la polla, no seas hipócrita Alejandro, te gustó lo que te hice, y te gustó mucho.

— ¡No, creí que eras mi mujer, yo jamás te habría tocado de no haberme tendido está trampa! ¡Largo de aquí, lárgate antes de que ordene que te ejecuten ya mismo! — El imponente hombre tenía las venas del cuello exaltadas, estaba furioso, su apuesta presencia ahora mismo se había transformador en un demonio.

— ¡No serías capaz, soy familia de tu esposa, no lo olvides! No queremos entristecer a nuestra querida Monserrat, mucho menos que se entere de lo que hicimos, ¿Cierto?

— ¿Creés que eso me va a importar? ¡Si no te largas de la mansión voy hacer que te rompan la espalda a latigazos hasta que mueras!

La enfurecida voz del Jeque asustó a Nathalya, no esperaba que tuviera una reacción tan cruel y tan brutal. Ella salió corriendo mientras se acomodaba las ropas, solo que justo en ese momento, el padre de Alejandro venía a buscarlo, no necesitaba ser un genio para saber que había sucedido ahí dentro.

Nathalya aprovechó el momento para fingirse agraviada.

— Jeque Selim, yo... Alejandro me sedujo, él me hizo hacer el amor con él, dijo que siempre le había gustado, que Monserrat no se iba a enterar, y ahora me echa como si fuera un perro, incluso me quiere hacer azotar, por favor defiendame, puede que en mi vientre haya quedado un heredero.

Para la familia Ali, no había nada más importante que la descendencia, además no era extraño que los jeques tuvieran a más amantes además de su esposa oficial.

— Vete, si te quedas mi hijo cumplirá su palabra y te asesinará, te daré una compensación y date por bien servida. Hasam, dale lo suficiente a esta mujer para que desaparezca. — Ordenó el padre a su hombre de confianza, tampoco era como si pudiera ir en contra de las órdenes de su hijo, después de todo él ya estaba retirado.

Cuando entró a la habitación, Alejandro ya se arreglaba las ropas para salir a buscar a su esposa.

— ¿Qué haces aquí papá? — Preguntaba el hombre de piel canela bronceada. En el mundo había pocos como él, con extremo atractivo varonil, poder y riquezas, en un solo mortal. Su integridad y altos valores lo distinguían del resto de los hombres del mundo.

— Vine a preguntarte cómo te había ido con los socios, más no me imaginé encontrar a la prima de tu esposa que recién salía. ¡Te acostaste con ella Alex! ¿Qué demonios estabas pensando? ¡Creí que estabas enamorado de tu mujer, pero esto!

— ¡Aghhhr, no lo hice, esa arpía me tendió una trampa, si Monserrat se entera me va a pedir el divorcio, lo puedo perder todo por su maldita culpa! — El hombre se pasaba las manos por el cabello. Era un empresario que nunca perdía el control, pero en estos momentos no tenía manera de revertir su error.

Lo que el apuesto Jeque de ojos verdes aceituna maquillados con lápiz negro, no sabia, era que ya la mujer que amaba lo había visto, Monserrat vino a buscarlo para llevarlo con ella a la habitación conyugal, solo que no se esperó encontrarlo con su propia prima en esa situación tan indecorosa.

FLASH BACK

— Alejandro... — El corazón de la bella ojiazul se hizo pedazos al ver a su prima besando la virilidad de su esposo, el dolor le quemaba el pecho, lágrimas ardientes bajaban sin parar.

— Me lo prometiste... Dijiste que nunca me traicionarías, que solamente me ambas a mi... Y ahora me traicionas tan vilmente con mi propia familia... Pero juro que jamás vas a volver a verme, te odio Alejandro Ali, te odio tanto como una vez te amé. — Susurró la dolida esposa antes de darse la vuelta para marcharse, no podía seguir escuchando los jadeos de esos dos.

FIN FLASH BACK

Montserrat regresó a la habitación que compartía con su marido, ella solo tomó sus documentos y unas cuantas mudas de ropa para salir a toda prisa a tomar un taxi, seguir ahí le quemaba la piel, se sentía una burla, su amor había sido pisoteado de la manera más baja.

Al verla llorar tan desconsoladamente los empleados no se atrevieron a acercarse, después de todo era la señora Ali. La dejaron pasar sin molestarla, lo que les costaría una gran reprimenda más tarde.

Monse echó un último vistazo a lo que fue su mayor sueño, creyó haber encontrado el esposo más amoroso con el que tendría un lindo futuro, hijos apuestos como él, pero que ahora no era más que una pesadilla.

Mientras tanto dentro de la mansión, el Jeque buscaba a su mujer por toda la habitación, necesitaba verla, besarla, hacerla suya y amarla, pero no la podía encontrar por ningún lado.

— ¡Damir, Damir, ven aquí rápido! ¿Dónde está Monserrat? ¡¿Por qué no está en nuestra habitación?! — El Jeque no paraba de caminar de un lado a otro. Estaba iracundo, desesperado, la culpa lo consumía.

— Su alteza ya pregunto... — El asistente personal del importante hombre preguntó a su jefe de seguridad, fue en ese momento que le avisaron que la habían visto salir a la señora limpiándose las lágrimas de su bello rostro.

— ¿Qué te dijeron? !Habla ya! — El hombre movía la mano con poca paciencia.

— Su alteza... Lo siento, su esposa se ha ido....

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