Damiano movió la cabeza tratando así de sacudirse esos pensamientos, si Elizabeth fuera una loba de su manada o de cualquier otra, entonces si podría ser una posibilidad, pero al ser humana eso anulaba absolutamente todo.
Todos, incluso él pensaba que la diosa luna no le daría a una débil humana a un rey tan poderoso para gobernar la manada y todas las manadas del mundo.
Cuando la doctora mejoró y pudo escuchar también el latido de su cachorro, entonces el Alfa se quedó profundamente dormido, el aspirar el aroma de su cabello lo llevó a un punto de paz y calma que no había sentido antes.
Esa fue la segunda noche que Damiano y Elizabeth habían pasado juntos, uno en el abrazo del otro.
Al amanecer la doctora comenzó a sentir mucho frío de nuevo, ella buscaba esa calidez que la había ayudado a mantener su calor, pero ya no lo encontraba debajo de las sábanas, entonces abrió los ojos, ella buscó y lo encontró.
El padre de su hijo estaba justo al pie de su cama, hacia tanto frío