Por unos momentos la mirada verde se fijó en los bellos ojos azules que tanto le llamaban y le gustaban.
Se daban cuenta de que su unión no había sido simple sexo por despecho o por deseo, había habido una fuerza más profunda, y más inexplicable de lo que pensaban.
A Ambos se le vinieron las imágenes de esa noche en la que entre besos ardientes, caricias, gemidos, y susurros, se habían entregado por completo, y sí, por mucho que le costara aceptarlo, esa noche el rey le hizo el amor a esa mujer humana.
No fue el sexo lleno de lujuria, no fue simplemente el satisfacer su deseo, disfrutó cada beso que probó de los labios de la mujer de largos cabellos platinados, gozó de cada beso que le dió a su blanca y suave piel, y de sus manos sobre su cuerpo desnudo.
Los toques a la puerta los sacaron de sus pensamientos.
— Damiano, ¿Estás ahí? Soy yo, Emiliano.
— ¿Qué pasa Emiliano? — Preguntó el Alfa con un bajo gruñido, lo habían interrumpido en una conversación que le interesaba