Las compras para el bebé.
En un claro que estaba cubierto de nieve, Vladish había llevado a Elizabeth hasta ese lugar, ella vestía botas afelpadas y vestido con bordes afelpados del mismo tono negro.
— Hasta donde más vamos a caminar, Vladish, ya estoy cansada. — Se quejaba la doctora.
— Es aquí, vamos a comenzar, quiero que despliegues tus alas, también quiero que seas capaz de retraerlas a tu órden, si alguna vez volvemos al mundo de los humanos, no podrás dejarte ver por ellos, esos salvajes son capaces de atraparte y desplumarte pluma por pluma.
Elizabeth estuvo algunas horas practicando, al principio no le salía nada bien, se quedaba con una ala afuera, o simplemente no se retraían, hasta que por fin pudo formar una conexión con ellas.
— ¡¿Lo viste Vladish?! ¡Lo he logrado, las alas me obedecieron, creíste que no lo haría pero lo logré!
La ojiazul estaba feliz, había dado un paso muy importante, aunque era pequeño todavía.
— Me pregunto que parte de mi te hace pensar que estoy ciego. Por s