CAPÍTULO 54. Una onda de mal karma
CAPÍTULO 54. Una onda de mal karma
Rebecca trabajaba concentrada en su oficina, con la chaqueta colgada del respaldo de la silla y el cabello recogido a medias, como si hubiera olvidado terminar de atárselo. A su alrededor, el equipo iba ocupando las otras oficinas: teclas aporreándose, puertas que se abrían y cerraban, el murmullo de las impresoras al fondo. El edificio sede de Industrias Callaway se iba llenando de vida poco a poco, aunque todavía nadie sabía que el antiguo dueño ya era un hombre libre y listo para entrenar a la nueva dueña como si fuera un tiburón en aguas de sardinas.
Rebecca había pasado la mañana afinando presupuestos y aprobando contratos cuando escuchó el golpecito impaciente de unos nudillos.
—Pasa —dijo sin levantar la vista, y Seija entró como un torbellino, con una carpeta en la mano y esa sonrisa traviesa que anunciaba problemas… o chismes de primera.
—¡Te traigo novedad fresca! —canturreó, dejando caer una tableta grande sobre el escritorio—. Las cámaras