No te merezco, mocoso

El silencio que siguió fue intenso, pero no incómodo. Eliel repasaba las palabras dichas por Milo en su mente. ¿En qué momento se enamoró? ¿Era amor o simplemente atracción lo que sentía? Aunque si fuera solamente atracción ya hubiese hecho algún movimiento, pero algo siempre lo detuvo. Reconoció que no quería únicamente una aventura de una noche. Si ese fuera el caso, lo hubiese hecho hace mucho, cuando invitó a Noam a su departamento. Por lo tanto, si no era eso, era…

—Oh, carajo. Mierda —bramó por lo bajo.

—Ahí lo tienes —profirió Milo, con una amplia sonrisa—. Te acabas de dar cuenta. Eso es bueno.

—¡Dios! —exclamó entre dientes—. No puedes decírselo, te lo prohíbo. Por ningún motivo Noam debe enterarse de…

—¿De qué no me tengo que enterar?

Ahogó sus palabras. Luchó contra el impulso de salir huyendo. No, él no era un maldito cobarde, pero…

—Eliel acaba de tener una revelación —profesó Milo.

Amplió los ojos y negó casi histérico con la cabeza en torno a Milo. Milo se encogió de ho
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