—¿Qué haces aquí? –preguntó Arthur a Abigail, luciendo una bata verde oscura, horrible, pero finísima, y pasándole un billete al taxista que había traído a Abigail a su apartamento—. ¿Te peleaste con Maurice? –Abigail no contestó, sino que se internó en el edificio donde vivía su primo y se encaminó al ascensor. Él la siguió—. ¿Qué te hizo ese bastardo?
—Aceptó casarse conmigo.
—¿Aceptó? ¡Qué dicha! –Pero entonces se quedó pensando, frunciendo el ceño y llevándose las manos al mentón—. ¿Y qué haces aquí? ¿No deberías estar celebrándolo en su cama? –ella negó blanqueando sus ojos. Ahora, al parecer, recibiría puyas y bromas por el tema sexo. Gran cosa.
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