Mientras caminaba hacia la orilla del lago, con ella aún pegada a mi cuerpo, agarrada con fuerza, confiando en que nunca dejaría que se ahogara, me sentía bien de alguna manera. La presencia de Olivia hacía que los días pasaran más rápido y fueran menos tristes o aburridos. Desde que ella había entrado en mi vida, todo había dado un vuelco. Incluso consiguió que me perdiera una de las reuniones más importantes del año, porque había contratado a chicos de compañía para mi casa.
Sin embargo, sabía que lo único que quería era llamar mi atención y castigarme de alguna manera por las cosas que le hacía. Ella era una desconocida... Mi más dulce desconocida. La mujer que vendió el reloj que obtuve de Mónica y todavía estaba viva... Y más que eso... En mis brazos.
Cuando llegamos a la orilla, ella seguía pegada a mi cuerpo como si tuviera pares y pares de piernas y brazos, dejándome la sensación de haber salido del lago con un pulpo de agua dulce pegado a mí. Y ni siquiera sabía por qué tenía