Horas más tarde
—¿Le pediste que se casara contigo?—preguntó Owen, arqueando una ceja mientras Jacob se dejaba caer en la cama con un dramático gemido.
Jacob cubrió su rostro con el brazo, como si intentara esconderse de la realidad.
—Iba solo a invitarla a salir, pero… empezamos a hablar del auto, el viento le jugaba con el pelo, y luego citó a Milano… y algo en mí simplemente… ¡pum!—hizo un gesto explosivo con las manos—. ¡Exploté como un volcán de romanticismo barato.!
Owen se inclinó sobre él, atrapándolo contra el colchón con una mirada entre exasperada y divertida.
—¿Y qué exactamente explotó, Jacob? ¿Tu cerebro o tu sentido común? Porque, sinceramente, no sé cuál de los dos es más preocupante. Si quieres te hago una cita con el mejor neurólogo de la ciudad.
Jacob lo miró, desafiante, aunque con una sonrisa pícara.
—No necesito un médico Owen. Pensé que si los tres ganábamos, ¿por qué no? Tú la quieres, ella te quiere, yo consigo que mi madre deje de molestarme con eso d