Samantha
Dos años antes..
Desde niña siempre soñaba con una familia, tener a alguien a mi lado que me quisiera y que me diera todo el amor que quisiera, siempre miraba por la ventana de mi habitación como casi todas las semanas se llevaban a un niño nuevo del orfanato, me entristecía saber que nadie quería adoptarme, que algo estaba mal conmigo, pero a medida que crecía me daba cuenta que no había nada malo en mi, yo era normal o al menos eso pensaba.
Jamás supe quienes fueron mis padres, jamás quise saberlo porque si estoy aquí, fue porque jamás me quisieron, así que pensar en si tenía una familia, para mí, no era importante
Siempre fui alguien retraída, no hablaba mucho, cosa que he hecho desde que tengo memoria, siempre me mantenía alejada de otros niños porque siempre los ruidos me aturdían, quería estar sola y así lo hice por años, hasta que llegó Michelle a mi vida.
Verla tan frágil y asustada, me rompía el corazón pero sin embargo no me acerque a ella, porque como dije, noe gustaba acercarme a nadie, eso era algo que quise cambiar pero me di cuenta de que siempre fui así.
Supe por las monjas que Michelle fue abandonada por su madre que era una adicta, cuando eso sucedió ella tenía cuatro años, pero andaba de hogar en hogar, nadie la aceptaba, jamás permanecía en un solo lugar, siempre regresaba al orfanato. Cuando tuve el valor de acercarme a ella, fue como una conexión, algo que despertó en mi, el deseo de poder y querer protegerla de todo ser que le quisiera hacer daño, ese fue mi propósito.
Recuerdo que un día llegó una pareja de millonarios, lo supe por las joyas y el auto que poseían, al verme de inmediato quisieron adoptarme, estaba feliz por primera vez en años porque hubo alguien que me vio al fin, pero pensé en mi Michelle, no quería dejarla sola en este lugar así que les pregunté si podían adoptarla, su respuesta al verla, fue la más cruel que pude haber escuchado.
"no queremos a una niña negra"
Su respuesta fue tan cruel y despiadada que me enoje tanto que le pise un pie a la mujer tan fuerte que chilló cómo animal en un matadero, no iba a permitir que alguien se refiriera a mi hermana de esa forma, así que aquel día, no me adoptaron.
Desde ese entonces, Michelle y yo fuimos unidas, ninguna se quería ir de este lugar para dejar a la otra, y así fue, pasaron días, semanas, meses y años, hasta que llegamos a la edad de los diecisiete años. Jamás nos separamos, siempre soñabamos con conocer el mundo, viajar juntas, conocer todo allá afuera, eso era una cosa sumamente importante para ambas, pero todo fue de mal en peor, cuando llegó aquella pareja.
Los señores Finnegan, son una familia un tanto extraña cuando llegaron a adoptarnos, fue un poco extraño cuando quisieron adoptar a chicas adolescentes, la mujer solo quería tener una hija adolescente para no tener que lidiar con niños, aquel día nos adoptó a ambas, estábamos felices pero no sabíamos el infierno que nos esperaba.
Llegamos a aquella enorme casa, no era lujosa, pero tampoco estaba fea, en realidad eso no me importaba, estaba feliz de que Michelle y yo estaríamos juntas.
Las primeras semanas fueron normales, nos dieron identificación, ambas conservamos el apellido Phillips, el que nos daban al llegar al orfanato, los señores Finnegan no sé opusieron a ello, teníamos pasaportes, identificación, licencia para conducir -aunque no supiéramos manejar- todo estaba en orden, hasta que a la casa de los Finnegan, llegó su hijo, Simon, en aquel entonces el tenía unos veintiun años más o menos, recuerdo que ese mismo día, todo se volvió un caos.
Creíamos que tendríamos una familia, que estaríamos en paz y tranquilas, pero todo fue de mal en peor, ahí conocimos la verdad, todo lo que el se humano puede ocasionarle a otro para su propio placer.
Los Finnegan, nos encerraron en un sótano libre de ruidos, dónde teníamos una pequeña cama y un inodoro con poca agua, a ambas nos encadenaron a un tubo pequeño dónde no podíamos movernos, aún recuerdo el llanto de Michelle y lo asustada que estaba, nos querían usar para su placer y beneficio. Una noche, el señor Finnegan bajó al sótano sin camisa, recuerdo su torso desnudo lleno de vellos, una panza enorme y asquerosa, aquella noche quería abusar de Michelle, ella lloraba y gritaba pidiendo que no la tocara, siempre tendría esas palabras en mi cabeza.
"No te resistas niña bonita, solo quiero una virgen para mí y mi hijo... Necesitamos un nuevo miembro a la familia"
Siempre fueron sus planes, encontrar a una niña adolescente para tener un bebé y después eliminarlas, así nació Simon, el era callado y cruel, jamás perdía la oportunidad de bajar a golpearme o hacerlo con Michelle.
Cuando el señor Finnegan quiso abusar de Michelle, grité hasta más no poder para que la dejara, le pedí que lo hiciera conmigo, le rogué que la dejara en paz y así lo hizo, abuso de mi en ese sótano hasta que se cansó, luego fue Samuel, quien lo hizo en muchas ocasiones, yo recibía golpes de su parte al igual que los abusos, me sodomizaban y flagelaban cuántas veces quisieran y yo... Yo jamás me defendí, dejé que ellos hicieran conmigo lo que quisieran solo para que jamás tocaran a Michelle, ella al menos estaba a salvo de todo esto, la usaban para limpieza, ella era la sirvienta de los Finnegan, bajaba de vez en cuando a curar mis heridas o darme de comer, otras veces me traía agua para asearme o beber.
Vivimos así por años, nosotras vivimos en carne propia la crueldad humana, todos los días me preguntaba ¿Cómo es que alguien puede hacerle tanto daño a un ser humano? Jamás tuve una respuesta, jamás supe lo que fue el amor o compasión, ello alimentaban en mi el odio hacia los seres humanos, todos los días soportaba los abusos incontables de ellos dos hacia mi, la señora Finnegan, ella veía como abusaban de mi, solo se sentaba en aquella silla a fumar un cigarrillo, mientras que se tocaba viendo cómo su esposo e hijo me violaran.
No pasó mucho tiempo para que quedara embarazada, cuando lo supe fue un duro golpe para mí porque no deseaba tenerlo, no así, la única ventaja fue que sus abusos pararon, por suerte jamás tocaron a Michelle, ella todos los días me decía que estaba bien y que no le hacían daño. Al paso del tiempo, supe que Samuel estaba casado y que tenía un hijo, para la sociedad y su esposa, era un hombre ejemplar y un buen padre, nadie sabía la realidad de los Finnegan, nadie sabia los crueles que eran conmigo y Michelle, les habían hecho creer a todos sus vecinos y allegados que ella era de la limpieza para que no levantaran sospechas, siempre la amenazaban con matarme si hablaba y por eso se mantuvo callada por años.
No quería seguir con el embarazo, así que tomé una decisión algo arriesgada con la posibilidad de morir en el intento, con todas las fuerzas del mundo, tomé aire y golpee una y otra vez mi vientre, lo hice en medio del llanto y la desesperación contra el lavamanos del sótano, lo hice hasta sangrar, grité como pude y sentí como la sangre bajaba por mis piernas, ahí supe que lo había hecho, por supuesto que los Finnegan me golpearon por hacerlo hecho, me golpearon hasta casi matarme, estuve inconsciente por días mientras que Michelle en medio del llanto curaba mis heridas.
Por un lado quería morir para liberar mi dolor y no sufrir más, pero pensaba en Michelle, en qué si me.iba de este mundo, a ella le tocaría sufrir de la misma forma y no quería eso, amaba a mi hermana y por ella daría todo.
Los años pasaron y los abusos jamás se detuvieron, volví a quedar embarazada pero Samuel me dió una golpiza tan fuerte que aborté, el no lo sabía pero yo si, quería que me golpeara para perderlo y así sucedió, recuerdo que se frustró y lloro por haber cometido ese error. Todos los días me preguntaba porque es que aún no moría, quería acabar con tanto dolor, porque lo único que quería era una familia y recibir amor.
Ya harta, Michelle buscó la solución para poder escapar de esta casa y poder huir lejos, no confiabamos en la policía, porque uno de ellos, trajo a un policía para que jugara conmigo. Michelle ya tenía un plan, que se arriesgaría a ejecutar para poder huir.
—Escúchame Sam, ya tengo un plan, lo haré esta noche ¿Está bien?
Ella estaba ayudándome a lavar mi cabello.
—¿Qué harás? No quiero que te lastimen —la miré.
—Tranquila, seré cuidadosa lo prometo.
Ella terminó con mi cabello y me ayudó a peinarlo, estaba un poco largo y ella me cortó el flequillo hace unos días, me miré en el espejo y me veía distinta, pero mis ojos seguían reflejando tristeza.
Después de terminar conmigo se fue, sabía lo haría, tenía que hacerles de cenar a los Finnegan, no quiso decirme que hará, pero sabía que era algo riesgoso por el nerviosismo de su voz.
No sé cuánto tiempo pasó, Michelle me decía todos los días en que fecha estábamos, ya que jamás he salido del sótano, mi piel está muy blanca por estar encerrada, estaba delgada pero no tanto, ya que ella me traía una buena comida al menos.
Michelle bajó al sótano corriendo y con ella traía unas llaves, sin decir nada más, abrió el grillete de mi tobillo y me levantó.
—Rápido Sam, tenemos una hora..
Me tomó de la mano y subimos, mis ojos miraron todo con nervios, esta casa permanecía igual desde la última vez que la Vi.
Pasamos por el comedor y Vi a los Finnegan dormidos sobre la mesa, corrimos hasta la habitación principal donde Michelle sacó unas llaves y abrió un cajón, sacó una carpeta y ahí estaban los pasaportes y las identificaciones que nos habían sacado los Finnegan cuando llegamos aquí, junto con unos cuantos billetes, sin decir más la seguí hasta la habitación de fondo, que era la que fue nuestra, ella sacó un bolso y metió poca ropa en el, me dió unos jeans negros junto con un suéter y zapatos azules, sin decir más me vestí rápidamente, ella se cambió y tomó el bolso, me dió otro a mi dónde había más ropa y afuera escuchamos el sonido de una bocina. De inmediato me asusté.
—Es un taxi, vino por nosotras, vamos.
Bajamos hasta la sala rápidamente y ella abrió la puerta, caminamos rápidamente hasta el taxi y subimos.
—Al aeropuerto por favor.
Mis palabras no salían, simplemente estaba aturdida por lo rápido que salimos de esa casa, mis ojos miraban por la ventana del auto y las lágrimas no sé hicieron esperar, hace años dejé de llorar, pero ahora, lloraba porque al fin era libre.
—Estaremos bien —ella tomó mi mano—, ahora nos iremos lejos.
—¿A dónde iremos? —le susurré.
—A dónde sea Sam, dónde no nos encuentren o sepan de nosotras.
Poco después llegamos al aeropuerto, entramos y ninguna de las dos sabía que hacer, ésta era la primera vez que hacíamos algo así. Caminamos hasta donde vendían los boletos.
—Buenas noches ¿Hacia donde se dirigen?
—Necesito un vuelo a donde sea —habló Michelle segura.
La señorita la miro un poco extrañada.
—Nos vamos de vacaciones —yo sonreí—, iremos a un país al azar, fue una apuesta de hace un mes.
Mi voz salía sorprendentemente tranquila. Al parecer la señorita se convenció con eso y revisó los vuelos que estaban disponibles a esta hora, mire el reloj y eran casi las diez de la noche.
—Hay un vuelo disponible en media hora, es Amberes, Bélgica ¿Les parece bien?
Bélgica, no sabía en qué parte del mundo estaba, jamás recibimos ese tipo de educación en el orfanato, solo nos enseñaban a leer y escribir, al igual que hacer operaciones matemáticas simples.
—Suena bien para nosotras —dijo Michelle— ¿Cuánto es?
—Serían ciento cincuenta dólares cada puesto, quedan disponibles en tercera clase —respondió amablemente la chica.
—Muy bien.
Michelle sacó varios billetes y se los dió a la señorita junto con nuestros pasaportes e identificaciones, hizo lo correspondiente y nos entregó los boletos.
—Que disfruten su viaje.
—Gracias —le di mi mejor sonrisa.
Ambas caminamos hasta la sala de espera, habían algunas personas esperando para viajar a Bélgica, Michelle se levantó un momento y fue a comprar un café para ambas junto con un libro de geografía, se sentó a mi lado y empezó a buscar.
—Bélgica está en Europa, eso quiere decir que serán muchas horas de viaje ¿Estarás bien con eso?
—Sólo quiero irme de aquí... Michelle ¿Que pasó?
Ella sabe a lo que me refiero, necesitaba saber cómo hizo para escapar.
—Suspiró— Escucha, el viejo Finnegan intentó tocarme anoche... Entró a mi habitación y lo intentó, por suerte llegó la vieja y lo detuvo, en la madrugada me levanté y me di cuenta que ambos tomaban pastillas para dormir, cómo pude me escabulli y tomé unas cuantas píldoras y las escondí, sabía que Simon vendría así que preparé la cena y les triture las pastillas en la comida y esperé que hicieran efecto para poder actuar... Teníamos que salir de ese lugar Sam, si no, acabarían con nosotras tarde o temprano, me has protegido estos años y ahora me toca hacerlo contigo —tomó mi mano—, empezaremos una nueva vida lejos de este lugar, estaremos bien, lo prometo.
No pasó mucho tiempo cuando escuchamos que el vuelo hacia Amberes, Bélgica, tomamos nuestras cosas y pasamos por muchos sitios antes de subir al avión, cuando lo hicimos los nervios de Michelle salieron a la luz, pues ella le teme a las alturas así que está vez me tocaría calmarla. Ya en nuestros puestos, le tome la mano y ella recargó su cabeza en mi hombro, el avión estaba por despegar y ambas suspiramos de alivio porque ahora estaríamos libres de todo esto.
Empezariamos una nueva vida en Bélgica, lejos de tanta maldad, solo esperaba que nos fuera bien, ya que ninguna sabía cómo enfrentar el mundo solas, ninguna sabía cómo llevar esto, pero si lo haríamos, lo haríamos juntas.
Horas después
~~~~~~~~~~~~~~~~~Amberes, Bélgica.
Volamos muchas pero muchas horas, ya aquí en Bélgica eran las dos de la tarde, ambas estábamos cansadas y hambrientas, bajamos del avión e hicimos todo lo correspondiente para ingresar al país, el aeropuerto se veía tan bonito y enorme.
Ya afuera del mismo, Michelle encontró un mapa que por suerte estaba en inglés, junto con varias cosas donde podríamos quedarnos.
—Podemos alquilar un departamento, aquí dice que aceptan dólares —me sonrió— tengo solo tres mil, aquí dice que en el centro de Amberes podemos encontrar departamento en alquiler en cien dólares la mensualidad, sería más que suficiente para las dos.
—Me parece más que bien —sonreí— vámonos.
No pensaba que esta cuidad fuese tan fría, tomamos un taxi y por suerte sabía hablar inglés.
—¿Dónde las llevo señoritas?
Era un chico de más o menos unos veinte o más.
—Al dentro de Amberes, estamos buscando un departamento para alquilar.
—Conozco un sitio que es muy seguro —sonrió— aquí las personas somos buenas y amables con los extranjeros, van a amar a Bélgica.
Su acento era gracioso, pero dentro de mi, estaba esa desconfianza.
El encendió el auto y empezó a manejar mientras nos daba un pequeño tour por la cuidad, nos contó que esta casado con un hombre desde hace tres años y viven cerca de donde estaremos nosotras, nos enseñó las tiendas más cercanas y dónde ir, luego llegó a un pequeño edificio donde la estructura era de piedra, sumamente hermosa, padecía un castillo.
Ambas bajamos del auto y nos ayudó con los bolsos, tocó el timbre y poco después salió una mujer de al menos unos cincuenta años.
—Stevan —sonrió— que bueno verte muchacho.
—Lo mismo digo señora Trastova —sonrió— les traje a estas dos chicas, necesitan un departamento para alquilar y usted me dijo que tenía uno disponible.
—¡Ah si! Justamente estaba buscando a alguien para arrendarlo —nos miró— mucho gusto, me llamo Dora Trastova —sonrió— pasemos, aquí hace mucho frío.
Subimos y ella nos enseñó el departamento, tenía dos pequeñas habitaciones, junto con la sala y la cocina, lo que más me gustó fue la increíble vista que tenía hacia la cuidad, todo estaba amoblado y perfectamente limpio.
—Este sitio era de mi hija —habló la señora Dora—, ella se fue hace años a Inglaterra, espero que sea de su agrado.
—Está perfecto —sonreí.
—¿Cuánto es el alquiler?
—Serían ciento cincuenta dólares, ya que eso incluye servicios, agua caliente e internet.
—Esta más que bien para nosotras —dije—, muchas gracias por alquilarnoslo.
—No hay de que, ya ven que tiene todo, justo a la vuelta hay una tienda, pero les recomiendo cambiar dólares si tienen por la moneda local, se ahorrarían mucho —rió— las dejo para que se pongan cómodas.
Dejamos todo en la pequeña sala.
—Gracias por traernos Stevan —Michelle y el estrecharon las manos.
Yo solo me quedé lejos de ellos, no quería que nadie se me acercara ahora.
—No hay de que, este es mi número —le dió un papel a Michelle—, pueden llamarme si necesitan alguna cosa ¿Si? Y bienvenidas sean a Amberes.
—Gracias.
Eso fue lo único que dije, Michelle le pagó y después ambas nos sentamos en la sala, al fin tendríamos un poco de paz, ahora nos tocaría empezar desde cero, pero lo más importante es que nos tendríamos una a la otra. No importaba nada más.
Ahora solo tocaba adaptarnos y aprender muchas cosas sobre este país, ya era nuevos aires, nuevas personas, todo era nuevo tanto para mí cómo para Michelle, pero sabíamos que nos adaptariamos más que bien, mientras estemos juntas, todo estará bien.