¡Susto!

DANNA:

Escucharla decir eso, con tanto dolor en su voz, pese a estar inconsciente, revuelve miles de sentimientos en mi corazón, yo también quiero a Ángel a mi lado, quiero a mamá conmigo, su recuerdo es más latente ahora que estoy en casa, en el lugar en el que crecí a su lado y al lado de Axel.

Por suerte, ella tiene a su padre aquí.

Estiro lo más que puedo mi brazo, para tocar el hombro de Daniel y despertarlo, la niña sigue sollozando y ya no sé que hacer, la abrazo, pero ella no se detiene.

—White... Daniel... —con la punta de mis dedos muevo su hombro. Sin embargo, él no despierta —. Daniel despierta —sigo intentando.

Es inútil, Daniel no despierta. No entiendo como puede dormir tan profundo y con tanta confianza.

Le acaricio el cabello a la pequeña y con cuidado de no despertarla y asustarla, logro soltarme de su abrazo.

Me levanto despacio de la cama y camino de puntillas hasta el lado de Daniel.

La chiquita ahora parece temblar, está muy mal y mi desesperación ha comenzado a crecer.

—Daniel… Despierta, White… ¡Daniel! —lo sigo moviendo del brazo, pero el idiota no despierta.

¡Pero qué sueño más pesado el de este hombre!

—El doctor Olivares tiene una Angiofluoresceingrafía en la sección "B" de oftalmología...

—Angiofluore... ¿Qué? ¡Despierta de una jodida vez, White! —alzo un poco la voz.

—¡Ese es mi estetoscopio, Edison!

—¡DANIEL! —exclamo de una buena vez, o más bien grito, lo que parece funcionar porque despierta.

Sobresaltado abre sus ojos, me toma de la muñeca y tira de mí, haciéndome trastabillar y caer sobre su cuerpo.

Mis manos se encuentran sobre su pecho y él me tiene abrazada de la cintura.

Intento soltarme, quiero decirle lo que me preocupa, que se encargue de la pequeña, no obstante no me deja y pasando sus manos por mi espalda baja, me presiona más a su cuerpo, en especial a esa zona en la que no deberíamos ni siquiera rozarnos.

Cierro mis ojos y busco cordura, está excitado, es de mañana y es normal en un hombre que amanezca de esta manera pero, ¡Rayos! Sigue siendo incómodo.

Haciendo presión sobre su pecho, trato de levantarme, pero de forma audaz, mete su rodilla entre mis piernas y de manera rápida se da vuelta, dejándome bajo su cuerpo, presionándose más a mi cuerpo.

No soy capaz de reaccionar, me siento perdida.

Él es una especie de adictivo, un imán para mí, algo que está prohibido.

Su mirada azulada ahora es oscura, intensa, sus ojos me detallan minuciosamente y me mira con tanta fijeza, que me estremece de inmediato.

Achica un poco sus ojos y baja hasta mi boca, jugando con la poca distancia que nos separa.

Mis ojos están cerrados, mi respiración agitada y mi corazón late a mil por hora.

Jamás creí que volverlo a ver, reviviría tantas cosas del pasado.

—¿Será que aún sigues siendo mía, Dana Park? —suelta en tono burlesco, como quien presume de una gran hazaña. Sonríe y se levanta.

Me siento patética.

Sí esa era su intención, lo ha logrado.

Mis mejillas se tiñen de rojo por la furia, me levanto y lo golpeo en el pecho, me mira molesto, pero, al verme a los ojos su expresión cambia.

—¡Si te desperté fue por eso, no porque quiera algo de ti, idiota!.

Señalo a las chiquillas. Sigue la dirección de mi brazo con su mirada, centrándose en las dos pequeñas que están ahí dormidas, pero al ver a la más chica temblando y hablando dormida en susurros, sus ojos se abren como platos y corre al otro lado de la enorme cama para auxiliar a la niña.

Toca su frente y me mira asustado.

—Tiene fiebre alta...

No hace falta que me diga más, salgo corriendo al cuarto de baño, saco de la cajonera el botiquín de emergencia, mojo un pedazo de tela y regreso con rapidez a la habitación.

Daniel coloca la tela sobre su frente y trata de despertarla, trato de detenerlo, puede ser peligroso despertarla así, pero él no me hace caso.

—Está teniendo un ataque de asma, alcánzame el inhalador —pide —debe haber uno en el botiquín.

—¿Inhalador? ¡Está convulsionando!

—No, aún no, ella... ¡Solo haz lo que te pido!.

Él es el médico y el padre de la niña, así que supongo que sabe lo que hace.

La otra pequeña abre los ojos y al ver la situación, se muestra preocupada y comienza a llorar.

Me siento a su lado en la cama y la abrazo, espero a que me aparte, pero contrario a eso, se aferra a mí.

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