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No tan duro como parece...

DANNA

(Sueño)

—¿Recuerdas que una vez te dije que la vida era injusta, cariño, que se quedaba con aquellos que solo sabían hacer daño y no la valoraban, pero se iba de aquellos que querían vivirla? Bueno... en mi caso, la vida se me escapa cada día más, pero quiero vivir lo que me resta de vida contigo... ¿Qué dices, Dana Park?.

Estamos sentados en aquella mesa a las afueras de nuestro restaurante favorito. Ya es tarde y el sol ha comenzado a ponerse. Los pequeños focos amarillos que decoran el ambiente a nuestro alrededor ya se han encendido y hacen que la vela en el centro de la mesa pareciera alumbrar todavía más y todo se sienta más cálido. El olor a fetuccini pareciera ser tan real que abre un poco mi apetito, y en medio de todo, solo puedo clavar mi mirada en su hermosa sonrisa mientras habla del futuro. Un futuro que él sabe que es mentira.

—Eres cruel —logro apenas titubear —. Eres cruel al hablar de un futuro juntos, sabiendo que me estás dejando sola. En darme ilusiones de lugares a los que nunca iremos, hijos que no tendremos y una vejez a la que llegaré sola, porque tú ya ni siquiera estás aquí.

Él sigue sonriendo, pero ahora con tristeza en la mirada.

—Prometiste continuar —murmura y su imagen tiembla, se vuelve niebla por un momento —. En la vida que vivas me harás vivir, amor, y en cada beso, abrazo o consejo que te de otra persona, ahí estaré. Vive por ambos y cuando sonrías yo también estaré sonriendo.

—Mentiroso...

—Vas a encontrar a alguien y volverás a sentirte feliz...

—No vale la pena...

—Eso aún no lo sabes. Quizá ese futuro si sea tuyo, nena. Y yo estaré feliz de verte cumpliendo ese sueño. Verte como madre, viajando por el mundo o envejecer, aún si quien está a tu lado no soy yo.

Niego y trato de tomar su mano, pero entonces... Desaparece.

—¡No te vayas!.

Por más que lo llamo no regresa. Y yo debo comenzarlo a soltar.

(Fin del sueño)

Abro mis ojos de ipso facto, impactada, asustada y con un hueco en mi pecho, con mi corazón roto, y derramando lágrimas en cascada.

De nuevo aquel sueño me tortura y no soy capaz de soportarlo.

Veo a Ángel alejarse de mí, lo veo morir y no puedo alcanzarlo, no puedo correr tras él, no puedo evitar que muera... Que me deje.

¿Por qué él? ¿Por qué?.

Nos casaríamos, tendríamos hijos, un perro al que llamaríamos Locky, seríamos felices... ¿Y ahora me pide que lo haga con alguien más? ¿Con quién según él?.

¿Por qué tuvo que irse?

La puerta de mi habitación se abre, azotando contra la pared, Daniel entra con un b**e de béisbol, buscando algo o a alguien en toda mi habitación.

—Aquí no hay nadie ¿¡Qué crees qué...!?.

Se detiene de reñirme cuando enciende la luz y me mira sentada en la cama, con mi cabeza apoyada en mis rodillas y mis brazos cubriendo mi rostro, mientras lloro como si no hubiera mañana.

—¿Estás bien?.

Se sienta a mi lado en la orilla de la cama, buscando sacar mi rostro de su escondite.

Pero al no lograrlo, simplemente me abraza contra su pecho, y aunque es la persona menos indicada para hacerlo, ya que es una de las personas que más me ha dañado en mi corta vida, debo decir que su abrazo me reconforta mucho.

Nos quedamos así unos minutos, Daniel pasa su mano por mi cabello y por mi espalda y se detiene ahí.

Su mano baja un poco más, lo que me hace estremecerme enseguida.

Siento como su corazón se exorbita, pero a estas alturas, podría ser el mío también.

Suspira fuerte y se levanta con rapidez.

Sé que se irá, y no quiero quedarme sola.

Un impulso me hace tomarlo de la mano para detenerlo, me mira y puedo ver confusión y contrariedad en sus ojos.

—¿Podrías quedarte? —pregunto, agachando mi mirada.

Ahora no quiero recordar más, lo único que quiero es dormir.

Asiente, se acuesta en la cama, se envuelve en la sábana y me atrae a su pecho.

Me siento mal por esto, por Ángel, pero...por extraño que suene, me siento en paz conmigo misma.

Supongo que ya mañana... Podemos seguir odiándonos.

• ────── ✾ ────── •

El sol golpea mis pupilas y yo solo trato de ignorar la luz, porque en verdad quiero seguir durmiendo, me siento un poco repuesta y aunque sé que me espera un día imposible, no quiero pensar en ello ahora. Solo quiero seguir disfrutando de mi cama...

Aunque...

¿Por qué siento que tengo un bulto pegado en mi pecho?

Abro los ojos con rapidez y lo primero que observo, es a Daniel, dos cabezas después de la mía.

Un segundo...

¿¡Qué rayos!?

Levanto mi sábana, llevándome un quejido y una mueca... ¡No! Tres quejidos y tres muecas de fastidio de parte de Daniel y las dos pequeñas que vi anoche en el auto.

¿Qué hacen aquí?

Trato de levantarme y analizar la situación de lejos, pero la pequeña de cabello negro azabache que me tiene abrazada, no me lo permite y se aferra más a mi pecho.

Quisiera decir que sé lo que esto significa, pero no es así, no sé quiénes son estas chicas y tampoco sé que hacen aquí, en medio de Daniel y de mí.

Si debo ser honesta, de no haber soñado aquello anoche, no hubiera permitido que Daniel White se me acercara.

Pero es en los momentos en los que te sientes más fuerte, cuando en verdad estás débil, es tonto lo sé, pero es así.

Quise ser fuerte y pensé que al no estar en Italia, al menos el recuerdo de Ángel no me lastimaría tanto.

Pero las pesadillas recurrentes no miden distancia, sino sentimientos, y me torturan haciéndome pensar en él.

Irónico que la persona que más aborresco es quien me sostuvo y me brindó un poco de paz anoche.

—Quiero a mi papá —solloza la pequeña que me tiene abrazada.

Está hablando dormida.

¿Su papá? ¿Daniel?

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