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Tentaciones que caen mal

DANNA:

El oficial no parece dar tregua y cada palabra dicha por Daniel nos asegura por lo menos una noche en prisión. Creo que trata de guardar la paciencia que no tiene y está a punto de estallar en cólera, y por su ceño fruncido y sus puños apretados, puedo asegurar, de que no falta mucho para eso.

—Discúlpelo —trato de mediar en el áspero ambiente —. Se acaba de dar cuenta de que es estéril, además de que sufre impotencia.

Hago una mueca de pesadez y el oficial, mirando a Daniel, asiente comprensivo.

—Lo entiendo, soldado, es muy difícil —se solidariza el oficial con mi compañero de viaje, quien cada que puede, me mira de reojo y me acribilla con la mirada.

—Escuchen, un camión que transportaba ganado se abrió y los animales salieron; están regados por la carretera, los responsables están haciendo lo posible por arreglar la situación, pero pueden rodear por Pine Avenue, no les puedo asegurar que esta situación se solucione rápido.

Daniel asiente, se disculpa con el oficial, que ya más tranquilo y amigable intenta darle consejos de virilidad, y da vuelta en la carretera. Por suerte, no hay más carros tras el de Daniel.

De rato en rato me lanza miradas chocantes y bufa cual toro embravecido. Esto demuestra que los hombres son tan vulnerables cuando se trata de su hombría y no me molesta ser cruel o arrogante con él. No lo soporto y creo que el a mí tampoco.

—¿Estéril? ¡¿Impotente?! —se ríe con amargura —. ¿Te crees graciosa?

Lo ignoro y regreso mi vista a la ventana, no quiero discutir con él.

Si dije lo que dije, fue para librarnos del oficial. No estoy de ánimo para ser graciosa. Y menos con él. Y como ya mencioné antes, herirle a él el orgullo, aunque no fuera cierto, me dió hasta cierta satisfacción. A él, de igual manera, no le importó herirme años atrás.

—¿Tanto te afecta tenerme cerca? ¿Crees que tratando de humillarme con mentiras frente a un desconocido te va hacer sentir mejor? No siquiera estamos aquí por mí y yo solo estoy haciendo un favor por Axel...

Daniel sigue lanzándome su verborrea inútil, pero la verdad es que no le presto atención, tengo sueño, tengo mucho sueño, tanto que acomodo mi brazo en el vidrio de la ventana y recuesto mi cabeza en mi brazo.

Ha sido un viaje largo y estoy cansada. Cansada de él, de no saber nada de mi hermano, de la situación en general y de tener que soportar estar a su lado. Estoy agotada de todo y solo quiero dormir. Solo quisiera por un momento desvanecerme.

Lo último que mi mente me refleja antes de cerrar mis ojos, es a Ángel, sonriendo radiante. 

La única razón por la que aún sigo soportando, es por la promesa que le hice.

Por él... trataría de estar bien.

• ────── ✾ ────── •

Abro mis ojos despacio. El auto está estacionado frente a un edificio lujoso, Daniel no está, estoy sola en el auto y me siento confundida.

¿Adónde se supone que estoy? ¿No se supone que iríamos a casa? ¿O al hospital? 

Escucho la alarma del auto desactivarse y las puertas pierden seguro, no tengo ganas de seguir escuchando los reclamos de Daniel, por lo que opto por fingir que sigo dormida.

Escucho la puerta de atrás abrirse, segundos después, las escucho cerrarse de nuevo. Oigo voces, abro un poco mis ojos para curiosear, afuera se encuentra Daniel hablando con una señora de cabellera rubia, de aparentemente unos cincuenta años y de semblante amable.

Doy un sobresalto y cubro mi boca para no emitir sonido, cuando algo se mueve en el asiento de atrás.

Despacio, sin hacer mucho movimiento, me asomo por el respaldo de mi asiento y de nuevo mis ojos se abren como platos, al ver a dos niñas, bastante idénticas a Daniel, dormidas en el asiento de atrás.

—¿¡Pero qué rayos...!? —gritó/susurro.

¿Son sus hijas?

¿En qué momento?.

—Gracias, Natalia —Daniel le da un beso en la mejilla a la señora y se despide.

Me acomodo con rapidez en mi asiento y cierro mis ojos, fingiendo que sigo durmiendo.

Pero el temblor en mi cuerpo debido al frío, me hace abrazarme, buscando mi propio calor.

—Boba... ¿Por qué no dijiste que tenías frío?.

Estoy por dejar de actuar y lanzarle un improperio, pero me detengo cuando de pronto, siento que me coloca algo encima.

Asumo que es su saco, porque su olor ha inundado mis fosas nasales, y debo aceptarlo, huele delicioso.

Trato de controlarme, de pensar en cualquier cosa, pero que no sea en él y en lo que pasó muchos años atrás, porque simplemente no vale la pena revivir esos recuerdos.

Lo escucho encender el auto, y sin más, en medio de aquel frío, represión de recuerdos y una exquisita calidez, me vuelvo a dormir.

• ────── ✾ ────── •

—¿A dónde estamos, tío Dan?.

—Es la casa de tu abuela, Elizabeth, la mamá de Axel. Vayan adentro.

¡Qué sueño tengo!

Quiero seguir durmiendo.

Pero la diminuta voz de una de las niñas me hace moverme en mi asiento, recuperando poco a poco la conciencia.

Sin embargo, mis ojos se encuentran pegados.

Escucho la puerta del copiloto abrirse y una fuerte brisa entra en el auto, provocándome escalofríos.

Siento unos brazos fuertes pasar por mi espalda y mis piernas y luego siento que vuelo.

—¿Ya llegamos...? —hablo adormecida.

—Shhh, duerme —susurra Daniel en mi oído.

Me alza en brazos.

Me acomoda en su pecho, camina conmigo en brazos y entra a la casa.

Mi casa.

Aquella en la que aún puedo sentir la calidez de hogar al pensar en mamá.

Siento como si Daniel me dejara en una suave nube, y sé que se trata de mi cama.

Me hacía tanta falta.

Sonrío y abrazo mi almohada, aún sin abrir mis ojos.

Pero algo me despierta por completo.

La intensa mirada de Daniel White sobre mi cuerpo.

—¿Pasa algo? —pregunto, con mi mirada en sus ojos azules.

Niega, pasa su mano por su cabello y suelta un resoplido, apartando su mirada de la mía.

—Nada. Buenas noches.

Sale casi corriendo de mi recámara.

Me vuelvo a recostar, no estoy segura si fue el viaje, o que los últimos meses no he dormido bien, pero tengo mucho sueño.

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