—Elena, ya te lo he dicho antes —le recriminó Mateo—. No puedes usar el embarazo como excusa para continuar con ese comportamiento absurdo. ¡Discúlpate con Paloma ahora mismo o nos vamos a divorciar!
Su amenaza me provocó una risa amarga mientras sacaba de mi bolso los papeles del divorcio, que ya tenía preparados, y los arrojaba con nostalgia sobre la mesa. —Perfecto, vamos ahora mismo.
Al ver los documentos, la expresión de Mateo cambió de forma drástica. Me miró con semblante sombrío: —Elena, estás embarazada. Estás sensible por las hormonas, actuando de manera impulsiva. Puedo perdonarte por eso.
Lo miré fríamente y después de un largo silencio respondí: —Mateo, tú sabes perfectamente si esto es un impulso o no.
El rostro de Mateo se tensó. Cuando Paloma intentó intervenir, él la interrumpió: —Paloma, necesito hablar con Elena en privado. ¿Podrías irte por favor?
Ella quiso protestar, pero al ver la división de bienes en los papeles del divorcio, sus ojos se abrieron de par en par.