Miré con calma el brazalete de jade de siete cifras en la muñeca de Paloma y, mirando directamente a los ojos de Mateo, dije: —Es literal lo que digo. Le das a ella un brazalete valioso y a mí me traes simplemente un recuerdo barato. ¿Acaso crees que solo merezco las sobras?
Mateo parecía estar desconcertado, sin esperar que mencionara lo del regalo tan directamente. Paloma intervino con rapidez afligida: —Elena, en serio no te enojes. Mateo me lo dio porque vio cuánto me gustaba. Si te molesta tanto, te lo devuelvo. Por favor, no pelees con él por mi culpa, no vale la pena— Sus palabras sonaban muy nobles, pero sus manos no hicieron ningún gesto de quitarse el brazalete mientras miraba a Mateo con lágrimas cayendo una a una.
Al verla así, Mateo inmediatamente la abrazó de manera protectora y me lanzó una mirada de reproche: —No la escuches, Paloma. El brazalete es tuyo. Elena siempre ha sido así, egoísta y quisquillosa— Me limité a mirarlos de reojo antes de volver a mi computadora. Mi indiferencia pareció enfurecerlo cada vez más.
Se marchó abrazando a Paloma y, al llegar a la puerta, la abrió con fuerza deliberada, deteniéndose allí. Sabía que esperaba que me disculpara, que le diera una salida digna, como siempre había hecho antes. Mis disculpas anteriores solo habían alimentado aún más su arrogancia. Esta vez, ni siquiera levanté la mirada, ocupada agregando los cientos de miles de dólares del brazalete a la división de bienes del divorcio.
Poco después de que se fueran, mis padres llamaron para invitarme a cenar. Acepté, pero me encontré con Mateo en la entrada de su casa. Me miró incómodo, pero intentó mantener la compostura: —¿Entramos juntos? — Acepté y pasé sin decir ni una sola palabra.
La cena fue extremadamente tensa. Mis padres, tal vez aún estaban molestos por lo ocurrido en la boda, trataban a Mateo con frialdad. En el pasado, habría intentado suavizar la situación, pero esta vez lo dejé lidiar solo con la incomodidad.
Cuando me disponía a pedir un taxi después de la cena, Mateo apareció con su auto. Al abrir la puerta trasera, vi una calcomanía en el asiento del copiloto que decía "Reservado para Paloma". —Ella insistió en ponerla, de todos modos, tú casi nunca te sientas aquí—explicó de manera nerviosa.
—Claro, así son las niñas— respondí con indiferencia. Mateo frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo, mi teléfono sonó y me concentré en responder mensajes.
Cuando terminé, ya estábamos estacionados frente a una mansión. Apenas bajé, Paloma se lanzó apresurada a los brazos de Mateo: —¡Te extrañé tanto! — Él, incómodo por mi presencia, detuvo su intento de besarle la mejilla: —Ya basta, ¿no estás muy grande para estas niñerías?
—¿Y qué si soy grande? ¿Acaso dejaré de ser tu hermanita? — respondió ella con un tono cariñoso, lanzándome una mirada victoriosa.
Ignorando su teatro, entré a la casa. En la entrada, una pantalla digital mostraba fotos en un yate: todas de Paloma y Mateo juntos - viendo el hermoso amanecer abrazados, cenando, e incluso una de ellas besándose de forma apasionada.
Mateo corrió a mi lado: —Elena, ¡esas fotos son falsas! Créeme, no te enojes, no es bueno para el bebé— Noté un destello de culpa en sus ojos.
—Hmm…., son buenas fotos, sabes— comenté.
—¿No estás molesta? — preguntó asombrado.
—No— En ese momento sonó mi teléfono: era el doctor para discutir mi hospitalización del día siguiente. Me aparté a un lado para atender la llamada, ignorando la expresión de Mateo.
Al regresar a la fiesta, encontré a Mateo defendiendo acaloradamente a Paloma, exigiendo disculpas a alguien que accidentalmente había derramado algo de vino en su vestido. La escena me recordó a años atrás, cuando en una fiesta similar, Paloma me empujó hacia una torre de champaña. Caí sobre las copas, que se hicieron añicos, mezclando el alcohol con mi sangre. Cuando busqué ayuda en Mateo, me gritó frente a todos: —¿No sabes caminar? ¡¿Cómo fue que no viste la torre?! ¡¿No sabes lo importante que es esta gala?! ¡Una inútil como tú no debería ni estar viva! ¡Si yo fuera tú, me habría matado aquí mismo!
Volviendo al presente, toda la situación me pareció muy absurda y ridícula. Sin mas que decir, di media vuelta y me fui.