Capítulo 3
Mateo no regresó en toda la noche. No me sorprendió, después de todo no era la primera vez que esto sucedía. Durante mi rutina diaria, lo vi llegar con el desayuno, y detrás de él venía Paloma.

Al verme salir, dejó el desayuno en la mesa y, para mi sorpresa, se dispuso a dar explicaciones:

—Me quedé hasta muy tarde anoche, y como Paloma tenía miedo de estar sola, la acompañé a su casa. Ya era casi medianoche, así que decidí quedarme a dormir allí.

Paloma, aferrada como garrapata al brazo de Mateo, comentó en un tono desafiante: —Así es, Elena, no te molesta, ¿verdad?

Afirmé sin decir ni una sola palabra. Mateo pareció notar mi frialdad y, colocando el desayuno en la mesa, habló con un tono de voz suave: —¿No querías ver esa película que acaban de estrenar? Hoy tengo tiempo libre, podemos ir juntos.

La película había recibido excelentes críticas desde su estreno y le había pedido varias veces que fuéramos, pero Mateo siempre se negaba, diciendo que estaba muy ocupado con el trabajo. Sin embargo, pocos días después, vi en las redes sociales de Paloma una foto que me dejó fría: "La mejor película merece lo mejor de ti". Aunque en la imagen no se veían rostros, reconocí perfectamente sus manos entrelazadas.

Percibiendo el aroma particular del perfume en Mateo, respondí de manera rotunda: —No, gracias. Tengo planes para hoy.

Ante mi tajante respuesta, Mateo se mostró incómodo y antes de que pudiera decir algo más, Paloma, ya sentada en el sofá, preguntó fingiendo inocencia: —Elena, esos planes... ¿son con tu compañero de universidad?

La miré confundida. Nadie excepto mi abogado y yo sabíamos sobre mis planes de divorcio, mucho menos que el abogado era un antiguo compañero de universidad. Al notar mi desconcierto, Paloma miró a Mateo con una expresión afligida: —Mateo, no te enojes, pero el otro día una amiga me dijo que vio a Elena en una cafetería con un compañero de universidad en una situación muy... —hizo una pausa dramática antes de continuar— íntima... Aunque quizás mi amiga se equivocó, Elena te ama tanto, ¿cómo podría engañarte?

Apenas terminó de hablar, el rostro de Mateo se transformó en ira por completo. Arrojó el florero de la mesa y me gritó: —¡Elena! ¡¿No quieres ir al cine conmigo porque vas a encontrarte con otro hombre?! ¡¿Cómo puedes hacerle esto al bebé que llevas dentro?!

Bajé la mirada instintiva hacia los fragmentos rotos en el suelo, pero antes de que pudiera responder, Paloma intervino con una fingida amabilidad: —Mateo, cálmate, hay que hablar las cosas. No podemos culpar completamente a Elena, al fin y al cabo, su madre también fue infiel...

No terminó la frase cuando le lancé una caja de pañuelos. Podía soportar que me difamara a mí, pero no a mi madre. El lugar donde el pañuelo golpeó a Paloma se enrojeció de inmediato, y Mateo corrió a examinar su delicado brazo con preocupación.

Viendo la expresión adolorida de Paloma, Mateo me señaló furioso: —¡Elena, me has decepcionado tanto! ¡Aunque lo que diga Paloma fuera mentira, no puedes agredirla! ¡¿Acaso no sabes...?!

Lo interrumpí: —¡Entonces admites que está mintiendo!

El rostro de Mateo mostró incomodidad momentánea, pero al momento recuperó su pose indignada: —Sí, yo también los vi ese día. Pero golpear a alguien está mal. ¡Discúlpate con Paloma o nos divorciamos ahora mismo!

De repente, un frío intenso recorrió mi cuerpo mientras lo miraba incrédula, pero decidí hacer un último intento: —Mateo, he programado una cita para interrumpir el embarazo, ¿me acompañarás mañana?

Mateo soltó una risa despectiva.

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