Capitulo 11: Un agradable día.
Elizabeth esperaba impacientemente a que Santiago bajara del edificio.
Su reloj marcaba varios minutos desde que ella descendió al estacionamiento y la impaciencia comenzaba a consumirla. Finalmente, él apareció en la entrada principal y se acercó con una sonrisa burlona en los labios.
—¿Me extrañaste mucho, Elizabeth? —bromeó Santiago, provocando una mueca de desdén en su rostro.
El retraso de Santiago se debía a que antes de bajar con ella había pasado a lavarse la boca.
—¡Ni en tus sueños! —respondió ella rotundamente, dejando en claro que había pasado el tiempo sin pensar en él.
Santiago, sin embargo, no se dio por vencido y se apresuró a abrirle la puerta del copiloto.
—Mis modales siempre intactos, ¿no crees? —dijo con un tono de autosuficiencia mientras se acomodaba en su asiento.
Rodeó el auto elegantemente y abrió la puerta del conductor.
Una vez dentro, Santiago lanzó una pregunta intrigante a Elizabeth.
—¿Te gustan las emociones fuertes? —confundida, ella respondió. —¿A