—Señor Girard, gracias por habernos recibido este tiempo.
No podía creer lo que escuchaba. Miré a Luci, que levantaba la cabeza con orgullo. Aunque sus ojos estaban llenos de lágrimas, hacía un gran esfuerzo para que no se derramaran.
Ocho años de matrimonio oculto, y él jamás hizo pública nuestra relación.
Lo ayudé a luchar, a emprender, a abrirse camino en el mundo legal. Incluso le di una hija.
Pero él siempre ponía la excusa de su futuro profesional para mantener todo en secreto.
Y lo peor: siendo Luci su hija, nunca lo había dejado de llamar "papá". Siempre él insistió en que lo tratara como “señor”.
Ahora, ella lo aceptaba sin dudar.
—Mamá, no molestemos más a estas personas. —Dijo mientras me tomaba la mano y me animaba a irnos.
Asentí, obediente. Ya no esperaba nada.
Tarde o temprano, nos íbamos a ir.
Salí con Luci.
Pero Jeison nos alcanzó y se nos puso delante.
—No llevan su equipaje.
Sin mirarlo, respondí, seria.
—No lo necesitamos.
Esas maletas guardaban demasiados recuerdos