—¡Escoria mentirosa! —explotó Rosa, arañando desesperadamente su dignidad que se desvanecía—. Acabé de salir del hospital hoy, obtuve un certificado limpio de salud, ¿y te atreves a asustarme con esta difamación inmunda?
Álex simplemente se encogió de hombros, completamente imperturbable, sus ojos brillando como acero afilado. —Como gustes, princesa. Cree lo que te ayude a dormir por las noches.
—¡Miserable insufrible! ¿Te atreves a humillarme en público?! —rugió Rosa, su voz astillándose bajo el peso de su rabia y vergüenza.
Se volteó furiosamente hacia su guardaespaldas musculoso. —¡William! Estrella su cara altiva contra el suelo, ¡ahora mismo!
William, músculos flexionándose como hierro bajo piel tensa, dio un paso imponente hacia adelante, puños apretados, ojos oscureciéndose con amenaza silenciosa mientras la tensión crepitó como fuego de pradera.
Pero antes de que se acercara, Álex levantó una mano casual y autoritaria.
—Piénsalo dos veces, grandulón —advirtió—. No estoy bromean