El sol matutino ardió desafiante a través de las ventanas medio cerradas de la clínica, arrojando patrones dentados de luz sobre los pisos polvorientos y cubetas de pintura fresca esparcidas alrededor.
Álex ya había convocado carpinteros y pintores para respirar nueva vida al lugar después del incidente, así que el aroma de madera fresca y barniz permanecía espeso.
Josefina estaba junto al mostrador de recepción, arreglando diligentemente documentos esparcidos cuando la puerta se abrió, dejando entrar una ráfaga de aire caliente y seco.
Lyra Thompson entró con paso firme, radiante y serena, su presencia comandando atención en medio del caos medio construido.
—¡Señorita Thompson! —los ojos de Josefina se agrandaron con sorpresa y admiración.
—Josefina —se rió Lyra calurosamente, poniendo una mano consoladora en el hombro de la joven, su tono lleno de regaño juguetón—. ¿Cuántas veces debo decirte? Llámame Lyra. Prácticamente eres familia.
Josefina sonrió tímidamente, ojos hacia abajo, aú