—¿Explicar qué? —gritó Rosa, su voz resonando áspero contra las paredes estériles—. ¡Está mintiendo, cada uno de ellos! Hemos estado bien con el doctor Louise York. ¿Ahora de repente aparecen estos fraudes y nos dan un resultado completamente diferente? De ninguna manera. Todos son mentirosos, simple y sencillamente.
Los doctores y enfermeras intercambiaron miradas cansadas y condescendientes, mirando a Rosa como si estuviera delirando.
—Si no puedes aceptar la realidad, ese es tu problema —dijo la doctora líder fríamente, su tono goteando desprecio—. Siéntete libre de encontrar otro hospital para vender tus delirios. Pero ten cuidado, tu precioso doctor privado no es nada más que un fraude que vendería a su madre por el precio correcto.
Con una mueca desdeñosa, la doctora giró bruscamente, regresando hacia el helicóptero, dejando una verdad amarga e insoportable colgando pesadamente detrás.
Lyra estalló en risa amarga.
—Álex, ¿por qué no se los explicas? —se burló—, como profesional,