—¿Quién demonios es este loco? —siseó uno de los asesinos, con la voz temblorosa mientras observaba los cuerpos de sus compañeros de la Élite de Vermont tirados por todo el pavimento frío.
El miedo le roía las entrañas, y en el momento en que Álex le dio permiso de largarse, salió corriendo.
Habían entrenado durante décadas para ser imparables, para gobernar Vermont al lado de Jericho Kane, pero todo eso no significaba nada frente a esta fuerza imparable.
Corrió a través de la noche, con los pulmones ardiendo, y presionó el botón de llamada en su reloj inteligente.
—Señor —jadeó, con la voz temblorosa—. Nos enfrentamos a un monstruo... y está exigiendo una reunión con el Maestro Kane.
Momentos después, Jericho estrelló su puño contra una pesada mesa de roble.
La mesa estalló en astillas bajo su golpe.
—¿Quién se cree que es ese bastardo arrogante? ¿Algún niño bonito de Kingston quiere convocarme? ¿A mí? ¡El Gobernador de Vermont!
—¡Ya le voy a enseñar con quién está tratando!
Vetala fl