Charles había declarado la guerra esta vez, decidido a humillar a Álex ante toda la familia Kingston. Se reclinó en su silla con aire altivo, dominando el ambiente como si fuera territorio propio.
—Así que, genio. —dijo Álex burlándose.
—¿Me estás diciendo que esta Lydia, la que quiso matar a Jasmine y traicionar a los Kingston, es la misma mujer que querías que dejara libre? —dijo Álex burlándose—. ¿Se te olvidó tomar las pastillas, o tienes un letrero de "se alquila" colgando en esa cabeza vacía?
La cara de Charles se contrajo y sus ojos brillaron con una rabia peligrosa mientras gritaba: —¿Cómo te atreves a cuestionarme? Aunque fuera una traidora, Lydia era una de los nuestros. ¿Quién te dio derecho a matarla? ¡Los Kingston manejamos los asuntos de los Kingston, no cualquier tipo como tú! ¿Se te ocurrió elegir bien tus batallas antes de meterte en los asuntos de la familia?
Álex soltó una risa cortante que atravesó el aire tenso: —Ah, claro. Ayudo a limpiar a una basura que quiso as