El Dr. Foster cerró el teléfono de golpe, clavando a Álex con una mirada que podría arrancar la pintura de las paredes.
—Bueno, mira. El Dr. Owens acaba de aterrizar en Vancouver y está persiguiendo esa píldora milagrosa para su investigación —dijo con sarcasmo.
—Qué interesante, en este mismo momento está paseándose por los pasillos de este hospital y después de ese golpe bajo que me diste, veamos cómo planeas esquivar las represalias. Me faltaste al respeto… ¡eso significa que también escupiste el nombre de mi maestro!
Charles se acercó, con los labios curvados en una sonrisa burlona. —Álex, quizá deberías arrodillarte y rogarle al Dr. Foster que te perdone, porque cuando su maestro todopoderoso aparezca, estarás acabado.
—El Dr. Owens es una leyenda viviente, mientras que tú eres una mota de caca de cucaracha en comparación.
Vincent soltó una carcajada áspera, señalando a Álex como si regañara a un perro. —Demasiado tarde, payaso inútil. Aunque te arrastraras por el suelo y besaras