Caracortada se acercó a Josefina con una sonrisa cuidadosamente ensayada, su voz suave pero cargada de tensión.
— Perdóneme, Srta. Everheart. Me responsabilizo por el comportamiento de ese patán. Claramente fallé en controlar a mi gente. Le prometo que voy a enmendarlo.
Josefina alzó una ceja, mirándolo con una mirada fría y evaluadora. — Vaya, qué imagen de justicia y equidad, Sr. Caracortada. Casi me deja impresionada.
Él soltó una risita forzada, con un destello de culpa en los ojos. — Solo hago lo correcto, señora. Ese gerente necesitaba aprender modales.
Hizo un gesto para que ella entrara a la oficina. — Sígame, terminaremos el papeleo. Me aseguraré de que el dinero llegue a su cuenta hoy.
Josefina dudó, mirando el contrato en el escritorio dañado de Kelvin. — Solo necesito cien mil — le dijo con tono cauteloso.
Caracortada despejó sus dudas con un gesto de la mano.
— Confíe en mí, no hay problema. Este banco es propiedad del Sr. Carlos. Él tiene un corazón blando para las caus