Álex se quedó silencioso e inmóvil, viendo a Ophelia llorar inconsolablemente sobre el cuerpo inmóvil de David.
De repente, los ojos de David se abrieron parpadeando, sorprendiendo a todos cerca. Jadeos se ondularon por la multitud atónita, incredulidad grabada en cada rostro.
—Imposible —murmuró un cliente desconcertado—. ¡Lo vi recibir esa bala directo en el pecho!
—¡David! —la voz de Ophelia tembló de esperanza e incredulidad—. ¿Estás bien? ¿Esto es real?
David miró hacia abajo, incrédulo, presionando su mano contra su pecho.
Sangre manchaba su camisa, la tela desgarrada y húmeda, pero bajo sus dedos, solo había una herida pequeña.
La bala había perforado su ropa y piel pero se detuvo en seco, dejando solo una herida superficial.
—¿Soy... a prueba de balas? —susurró David, asombrado.
Al otro lado del cuarto, Álex se recostó casualmente contra la mesa, sus labios retorcidos en una sonrisa sutil y conocedora.
En el mismo instante que Luther había disparado su arma, Álex había canaliza