Después de que el feroz caos de la batalla se calmó, Álex regresó a la clínica justo cuando las sombras de medianoche se extendían por el pequeño edificio, pero sus luces brillaban como un faro contra la oscuridad.
Empujando la puerta, Álex vislumbró a Sofía Lancaster.
Por una vez, su usual comportamiento helado se derritió en risa cálida mientras charlaba cómodamente con Josefina.
Era una vista extraña, inquietante pero fascinante.
Josefina lo notó primero y se levantó rápidamente, su rostro iluminándose calurosamente.
—Álex, ¡regresaste! Déjame prepararte algo de cenar...
—Gracias, pero ya comí —respondió Álex con una sonrisa tenue.
Su mirada se dirigió cautelosamente hacia Sofía, su postura inmediatamente en guardia como si esperara una emboscada.
Sofía captó el cambio repentino en su expresión y frunció el ceño profundamente.
—¿Por qué la mirada fría, Álex? Eres cálido como el sol cuando miras a Josefina, pero conmigo actúas como si fuera a morderte. Eso realmente duele.
Álex la mi