—Tienes toda la razón. Recibí una bala por ti, la misma que me disparaste en la espalda —comentó Sofía, con una voz cargada de amargura.
Los celos y el escozor de la traición de Álex se retorcían dentro de ella como un remolino de polvo, enredando sus emociones tan estrechamente, que no podía distinguir dónde terminaba la ira y comenzaba el desamor.
—Bien, soy una escoria —Álex agitó una mano en un gesto despectivo—. Marco es el caballero blanco, y yo el mentiroso inmundo que te arroja lodo. ¿Estás satisfecha ahora?
La burla en su voz prácticamente goteaba de cada palabra. Luchar por la reivindicación se sentía como gritar a una pared de ladrillos, dada la falta de confianza del otro lado.
—¿Qué pasa con esa actitud? ¿Intentas insinuar que te he acusado injustamente? —La frente de Sofía se arrugó.
—Para nada —repuso Álex, dejando escapar un suspiro cansado—. Soy el gran lobo feroz, ¿verdad? Hablando mal del buen tipo, haciendo todas las sucias fechorías. Disfruta de tu victoria, si eso