Enfocándose en Sofía, Hank dio un paso arrogante hacia adelante, con el alcohol prácticamente emanando de su aliento, sus dedos alcanzaron su barbilla.
¡Crack! La palma de Sofía lo golpeó con una fuerza que resonó por toda la habitación como un disparo de rifle.
Una marca carmesí ardía en su mejilla, por lo que su bravuconería desapareció más rápido que una planta rodadora en una tormenta. —Tú... ¿te atreviste a abofetearme? —jadeó Hank, tocando su mejilla palpitante.
La voz de Sofía salió fría y tranquila. —No solo te abofeteé, estoy llamando a la policía. No eres más que un pervertido lascivo.
—¡Perra! —escupió Hank, sus rasgos se contorsionaron por la furia, por lo que levantó su mano para devolver el golpe.
Antes de que pudiera asestar un golpe, Marco dio un paso adelante y le dio un fuerte empujón.
—Pedazo de basura —siseó Marco—. ¿Realmente crees que puedes hacer esta mierda aquí? ¿Buscas que te rompan el cráneo?
Hank tropezó. —¡Mejor mantente fuera de esto, o lo lamentarás!
Mar