CAPÍTULO — “LO QUE GUARDÓ SU CASA… Y LO QUE GUARDÓ SU CORAZÓN”
POV MILAGROS
Salir del apartamento de Ayden Castell después de aquella noche fue como caminar con un peso en el pecho que no sabía de dónde venía.
Ella había ido solo para cuidarlo.
Para asegurarse de que comiera, que tomara la medicación, que no se ahogara con esa alergia que casi lo manda a terapia intensiva.
Un acto de responsabilidad. Un acto contractual. Eso era lo que quería repetirse.
Pero cuando cruzó la puerta y miró todo lo que había dentro de aquella casa, la realidad la golpeó de un modo que no vio venir.
Ayden vivía solo, sí.
Pero no vivía vacío.
La casa estaba ordenada con una prolijidad casi meticulosa: sofá gris impecable, pisos brillantes, biblioteca acomodada por colores… y detalles.
Detalles que la desarmaron.
Primero vio fotos enmarcadas de ellos dos.
Los dos, niños.
Ella de trenzas, él despeinado, con una sonrisa enorme y la cara llena de pintura luego de una guerra de témperas