Capítulo 26 – El Error del Hombre Castell

Adrián apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando su madre irrumpió en la oficina con el paso firme de quien no tolera farsas. El silencio fue tan espeso como la atmósfera de tensión que se instaló entre los tres. Valeria estaba sentada frente a su escritorio, jugando con una pulsera de oro como si nada importara.

—¿Qué está pasando acá? —repitió Isabel, sin perder la compostura ni un segundo.

Valeria la miró con una sonrisa que no alcanzaba a borrar la rabia que asomaba detrás de sus ojos pintados.

—Señora Castell… justo hablábamos de lo mucho que Adrián ha hecho por mí —dijo, con voz suave y envenenada—. Sé que usted no me tiene aprecio, pero…

—No te confundas —la interrumpió Isabel, cortante—. No es que no te tenga aprecio. Es que te reconozco el olor desde lejos. Ese perfume de víctima disfrazada de reina. De araña ponzoñosa envuelta en terciopelo. Pero no estás frente a cualquier mujer. Estás frente a la madre del hombre que decías