Capítulo — El martes de las dudas
El martes amaneció con una calma engañosa. La claridad suave se filtraba entre las cortinas del dormitorio, bañando la habitación en un resplandor cálido. Adrián se vistió con ese esmero que lo caracterizaba: la corbata perfectamente anudada, el perfume discreto, el saco negro que le quedaba impecable, y en la muñeca, como siempre, el reloj que Sofía le había regalado en su primer aniversario. Ese reloj que ella había elegido con tanto amor y que ahora, al verlo brillar en su piel, se le antojaba una daga clavada en el corazón.
Se inclinó hacia la cama y la besó en los labios con ternura.
—Te amo, mi vida —susurró con la voz grave que solía desarmarla.
Luego, se agachó hasta la cuna y rozó con sus labios la frente de Ayden. El niño lo miró medio dormido, con el chupete torcido y una sonrisa apenas insinuada.
—Portate bien con mamá, campeón.Papá te ama.
Sofía lo observó, y durante un instante quiso creer que no había nada que temer. Ese hombre era