Capítulo — Límites Claros, Amor Inquebrantable
La terminal de Montevideo hervía de movimiento: gente cargando maletas, familias despidiéndose, colectivos que llegaban y partían sin pausa. Guillermo caminaba con paso firme, apoyando apenas la rodilla resentida, con el corazón acelerado por la emoción de reencontrarse con su hija. Julia le había prometido esperar allí mismo, como siempre,como lo había cada fin de semana desde hace varios años.
La vio primero: su pequeña figura, con la mochila colgando de un hombro, mirándolo con ojos encendidos. Pero antes de que pudiera abrazarla, escuchó una voz que lo heló.
—Guillermo… —susurró Sandra, apareciendo detrás de la niña.
Él no la esperaba allí. Hacía años que no lo acompañaba a una terminal; hacía años que no se ofrecía a traer a Julia. Enseguida supo que algo no estaba bien.
Julia corrió hacia él, se le tiró encima, y Guillermo, con los brazos temblando de emoción, la sostuvo como pudo.
—¡Mi amor, te extrañé tanto! —le dijo, a