“… Danna corrió otra vez hacia mí, mirándome a los ojos, me recordó cuando le dije que yo tenía la capacidad de obligar a las personas a hacer lo que yo quisiera
—Dale la orden, Daniel, que se quede conmigo porque yo anhelo ser su esposa, ¡ordénaselo!, Daniel, has eso por mí —Me suplicó, mientras se aferraba a mi camisa.En ese instante, los dispositivos sonaron uno tras otro. Mi destrozada y desesperada Danna se desplomó a mis pies, aferrando con fuerza sus pequeñas manos alrededor de mis tobillos, sollozando sin consuelo, para que lo obligara a quedarse con ella; porque Danna prefería morir que estar sin él... «Allí fue cuando me vine abajo por completo, mi masculinidad se desvaneció en un instante, ya que cómo aceptar que mi amor, mi mayor amor, decidiera estar con otro», reflex