Divorcio Arreglado.
Divorcio Arreglado.
Por: Naths
 Puntos claros.

—Acepto… — escuchó Judit el consentimiento de su esposo y sonrió aliviada visualizando a los presentes porque le apenaba que después del largo silencio que hizo, él decidiera dejarla en una mala posición, de la cual no podría recuperarse; el bochorno de ser rechazada por su esposo públicamente, la terminaría destruyendo.

Lo observó empuñar sus manos como si tratara de controlarse, y cuando firmaron el acta matrimonial, él la vio fijamente con esos ojos grises que le helaron el alma y provocando que sintiera una presión en el pecho bastante incómoda. 

No hubo beso, solo un apretón de manos entre ella y su esposo, quien para calmar las murmuraciones terminó posando los labios en su frente, pero sentía el repudio hasta en su manera de tocarla.

Judith estaba aceptando los buenos deseos de sus amigas y madrastra cuando fue bruscamente jalada del brazo, y al girar de una manera poco vista se enredó con sus propios tacones, el velo largo amarró sus pies, y si no fuera por esos fuertes dedos que se clavaron sin delicadeza en la carne de sus brazos caería de bruces pasando un mal momento y arruinando así su grandiosa boda.

—Debemos tomarnos esas fastidiosas fotos, quiero que esto acabe pronto— le susurró Dylan con cierto desagrado. Ella de reojo lo miró sin poder comprender qué le sucedía a ese hombre y respiró profundo. Tampoco le agradaba estar atrapada en ese incómodo y caluroso vestido que le hacía sentir oprimida, pero para llevar la fiesta en paz decidió tomar de manera despectiva su mano.

«Todo por honrar a mi madre», se justificó Judith a medida que ensanchaba una radiante sonrisa y veía a su padre con amor, mientras este sostenía la mano de su madrastra y dejaba algunos besos furtivos.

Judith y Dylan parecían dos enemigos, él evadía tener contacto con ella, y ella, aunque lo buscaba al ver su manera tan tosca, trataba de mantener distancia.

—¿Quién eligió tantas porquerías sin sentido? — rezongó Dylan a medida que debía cambiar de postura para una nueva fotografía y hastiado aflojaba con aspereza su corbata; lo único que deseaba era salir corriendo de allí.

—Fue tu mamá, no entiendo por qué te muestras enfadado —le reclamó Judith tratando de no mover los labios para no estropear la última foto.

—Necesito que me acompañes—. Eso no sonó ha pedido, sino que fue más como una orden que instó a Judith a fruncir el entrecejo y sintiendo que ya aborrece la actitud de su esposo inhaló profundo.

—No podemos, si tienes algo que debas decirme por favor hazlo luego— protestó incómoda con la fatigante situación.

Después de las extenuantes horas que Judith pasó en su boda, al fin llegó a la casa de su esposo, la cual se convertirá en su nuevo hogar. Esperaba que su esposo le ayudara a trasladar sus cosas, pero para su sorpresa él salió de la fiesta mucho antes de lo esperado.  

—¿¡Tanto le costaba venir por mí!?— le reclamaba a la nada, para desahogarse antes de ingresar porque en serio aborrecía la manera en la que Dylan se estaba comportando.

Con el maletero de su coche abierto observó a todos los lados, estaba cansada y las cuatro maletas que debe cargar son muy pesadas.

—¡Qué caballero me gasto como esposo! —, dijo de manera irónica para controlar su incomodidad y sin ganas de pedir ayuda como pudo bajó el equipaje. Le tomó más de 20 minutos dejarlo en la puerta principal, pero lo logró y estaba emocionada de haber sido tan capaz.

—¿Esas son todas tus pertenencias? — inquirió Dylan en el preciso momento que ella abrió la puerta, provocando que Judith en medio de la abrumadora oscuridad pegara un pequeño salto y por reacción propia de su cuerpo se colocó una mano en el pecho.

—Así es y si estabas aquí, ¿por qué no me ayudaste?

Las luces se encendieron y vió a Dylan con ropa cómoda, parecía muy descansado a diferencia suya.

—No tenía por qué hacerlo, no te confundas, esto no es un matrimonio real, así que no esperes que cumpla como esposo — le aclaró al mismo tiempo que creaba un mohín de fastidio.

—No entiendo, se supone que nuestra boda fue real, ¿cómo es que ahora me dices que nuestro matrimonio es falso? —, se quejó Judith tratando de asimilar lo que su malhumorado esposo le trataba de explicar.

—Organiza tus cosas, en media hora te espero en el comedor. Todo este piso te pertenece, pero no tienes permitido subir al segundo ni al tercero y menos a la terraza, estos espacios serán solo míos.  

Sin darle más detalles empezó a caminar por un pasillo y cuando vio que Judith no le seguía el paso gritó:

—¿¡Qué esperas!?, sígueme.

 Ella tenía los labios abiertos de pura impresión, aún estaba incrédula. Cómo es su casa lo siguió obediente viendo como él abría la puerta de un espacioso aposento.

—Como verás tienes todo lo que necesitas en este piso, así que espero que me evites la molestia de repetirte que no debes buscar nada en mi espacio—le reiteró con semblante endurecido.

—¿No dormiremos juntos? 

—¿Por qué?, ¿quieres dormir conmigo? ¿Pretendías cumplir con tu rol de esposa? —. Le cuestionó con cejas alzadas y Judith vacilante se mordió el labio inferior.

—Obvio no, es que… bueno nada—. De repente ella no era capaz de pronunciar algo coherente, y lo vio marcharse. Su rostro reflejó el disgusto que estaba sintiendo en apenas horas de casada, le había dado un giro enorme a su vida y estaba haciendo su mayor esfuerzo, pero Dylan solo está enfocado en sus propios problemas.

«Madre, ¿Que viste de genial en este hombre tan soberbio y molesto?», se quejó internamente cómo si de ese modo pudiera dialogar con el espíritu de su mamá.

Judith no sentía ánimos para desempacar sus cosas, simplemente dejó las maletas en una esquina de la habitación y se tiró sobre la cama. La tensión de tener que vivir en una nueva casa y compartir con una persona que al parecer no le caía bien era bastante incómodo y no sabía cómo hacer para que el ambiente fuera más ligero.

En cambio, Dylan soltó todo el aire que tenía reprimido y avanzó hasta sentarse en la orilla de la cama con mirada al piso y manos cruzadas. 

Respiraba forzadamente mientras se pasaba la mano por la cabeza una y otra vez.

—Solo serán ocho meses, Analía lo entendió, ella sabe que no la pienso dejar— murmuró desesperado. De su bolsillo sacó el teléfono y miró la pantalla esperando encontrar un mensaje o una llamada de parte de su amada, no obstante, en su registro no había nada, y pensó:

«¿Será que debo llevarle flores, tal vez invitarla a una buena cena la hará calmarse?»

Recordaba lo furiosa que se puso Analía cuando le dijo que debía casarse, y como le advirtió que de hacerlo lo dejaría para siempre.

Recuerdo:

—Analía, Analía, espera por favor—. La llamaba cuando ella iba caminando con pasos acelerados para alejarse de él, y a Dylan sin importarle que estaban en una joyería famosa, le dió lo mismo soltar el anillo que estaba eligiendo para ella, y corrió hasta alcanzarla, deteniéndola al agarrar su brazo.

—¿Qué más diría Dylan?, me traes aquí para comprarme un anillo de compromiso mientras me confiesa que te vas a casar con otra, ¡¿acaso soy tu objeto de burla?!, Dylan es por mi posición económica—. Las lágrimas salían de sus cuencas sin parar como agua de un grifo.

—Sabes que nunca me ha importado tu estatus social, Analía no busques lastimarme con eso. 

»¿Escúchame quieres? — sostuvo sus manos y luego limpió con su dedo pulgar la humedad que ella tenía bajo los párpados. 

— Sin importar que me case, esa chica nunca podrá ser mi esposa, porque ese será siempre tu lugar…

Ella no lo dejó continuar.

—Nada me lo asegura, elige Dylan, tu boda con esa mujer o tu relación conmigo y si mañana te casas, entonces haz de cuenta que para mí ya no existes—. Con eso último Analía jaló sus manos bruscamente y se marchó dejándolo de pie en medio de aquella joyería donde varias personas que escucharon su discusión lo veían expectantes. 

Fin del recuerdo:

—¡Ahhh!— gritó fuerte sacando todo después de ese feo recuerdo. Le dio con los puños a la cama.

"Hola amor" —le escribió y se quedó con el chat abierto en espera de una respuesta, y conforme pasaban los segundos la ansiedad se apoderaba de él, hasta que al fin vio un mensaje entrante y sonrió complacido.

"No me llames amor, hasta que no le digas a ella que soy tu verdadera novia y futura esposa no lo hagas. Felicidades, Dylan, me has convertido en un chiste, gracias a la debilidad que tienes por tu madre" —. Analía que tenía los ojos irritados y la nariz roja de lo tanto que ha llorado, sonrió a pesar de su duro mensaje, puesto que supuso que Dylan no sacaría tiempo para testear con ella hoy que había sido su boda; sin embargo, lo estaba haciendo y eso le asegura que él la ama, sin importar que su madre no la quiere como nuera.

"Analía mi vida, sabes que te amo solo a ti y cumpliré con mi promesa, solo debes esperar por mí, y juro que una vez me divorcie nos casaremos" —. Los ojos de Dylan se llenaron de lágrimas ante la idea de perder a Analía, siente que la ama demasiado y reconoce que la está poniendo en una situación muy incómoda al pedirle que espere por él, cuando ella es la que debió estar vestida de novia, bailar con él, hacer el brindis nupcial y ser felicitada por su familia y amigos.

«Te daré una boda inolvidable, será perfecta», prometió internamente, aunque podía comunicárselo, no quiere que sean solo palabras, porque pretende darle una fabulosa sorpresa llegado ese momento. 

"¿Y si eso cambia Dylan?, ¿y si en la convivencia con esa mujer te enamoras?, ¡tengo miedo!,¡¡tengo miedo de perderte!!, de ser primera he pasado a ser la segunda en un momento, sé que adoras a tu madre, pero debiste poner en una balanza tu amor por mí. Lo siento, pero no pretendo ser tu amante" —. Seguía quejándose con odio en su corazón, le estaba echando maldiciones a la madre de Dylan por no haber aceptado que ella fuera la esposa.

"Comprendo tu temor y lo siento, de verdad sabes que no debo darle disgustos a mi madre, su salud no es buena y debo hacerla feliz, pero te prometo que será por muy poquito tiempo, espérame y si tu temor es que me enamore de Judith, ten por seguro que eso nunca sucederá, ella es una muchacha simple, si vieras como se viste parece una señora mayor. No tienes por qué sentirte en segundo lugar, eres mi verdadera esposa, ya verás que en ocho meses así será" — le suplicó angustiado y sintiendo como su vida se está arruinando, y mientras que Analía leía rodaba los ojos con fastidio porque siente que es desplazada por Darla la madre de Dylan y a pesar de que Dylan es un hombre decidido, tenaz, algo malhumorado y con cierto aire de prepotencia y de grandeza tiene un punto demasiado débil y ese es su familia, algo con lo que ella no se puede meter.

"También me molesta que ella esté viviendo en la que siempre dijimos que iba a hacer nuestra casa, estoy muy enojada, es mejor que esta relación llegue a su fin. Dylan te amo, pero te repito no quiero ser la amante de nadie"— insistió para manejarlo a su antojo, ya que ve que es su debilidad y porque odia la simple idea de que Judith se quede con esa propiedad, por el hecho de que es una casa tan hermosa que le parece imposible encontrar otra igual de lujosa y moderna.

"Primero debo poner todos los puntos claros con Judith, y no te preocupes cariño que voy a diseñar una mucho más grande y hermosa para ti, solo no me dejes ahora, te necesito más que nunca"— Analía, que te estaba junto a su mejor amiga que había ido a acompañarla en su momento depresivo sonrió triunfante, y le alzó los dedos.

“Lo siento Dylan, pero esta fue tu decisión, te lo advertí y no me hiciste caso, ahora debes aceptar que me perdiste”

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