Al escuchar las palabras de Sam, sentí como si una daga afilada me atravesara el corazón.
—El bebé… el bebé se fue —dije entre sollozos, con las lágrimas brotando nuevamente de mis ojos.
Sam se quedó helado por un momento, pero enseguida su rostro se llenó de furia.
—¿Se fue? ¿Cómo que se fue? ¿No me digas que lo perdiste a propósito solo por enojo?
Dio un paso hacia mí y me agarró del brazo con tanta fuerza que casi me rompe los huesos.
—¡¿Sabes lo que hiciste?! ¡Ese era mi hijo! ¿Cómo pudiste ser tan cruel?
—¡Esto es asesinato premeditado! ¡Voy a llevarte a la policía!
Negué con la cabeza, llena de dolor, mientras las lágrimas corrían por mis mejillas.
—No fue así, Sam. Por favor, escúchame.
—Ese día iba camino al hospital para un chequeo… pero fui secuestrada. Me torturaron, me golpearon hasta que perdí al bebé.
—Fueron tus enemigos, Sam. Esos hombres eran personas a las que tú les hiciste daño. Fue por tu culpa que me hicieron eso.
—Y todo porque Ana los contactó y les dijo que yo