Aquella tarde, la oficina comenzaba a quedarse vacía. La jornada laboral estaba por terminar y la mayoría de los empleados ya se apresuraba a marcharse. Lilian seguía sentada en su escritorio, ordenando unos documentos y acomodando el cuaderno de bocetos que había utilizado.
Acababa de cerrar el portátil cuando alguien llamó a la puerta de su despacho.
—Con permiso, señora Lilian… —la voz de un conserje sonó respetuosa.
Lilian levantó la mirada.
—¿Sí? ¿Qué ocurre?
El hombre entró con paso cuidadoso, llevando entre brazos una gran caja plateada, adornada con un lazo de cinta suave en la parte superior.
—Esto es un envío para usted.
Lilian frunció el ceño, incorporándose.
—¿Para mí? ¿De parte de quién?
El conserje esbozó una sonrisa algo rígida.
—Dijeron que lo trajo un caballero llamado Hugo. Si no me equivoco, es el asistente del señor Daryl.
—¿Eh? —Lilian se quedó helada. Recibió la caja de forma ca