Capítulo 58
El tiempo había pasado sin que nadie lo advirtiera, y aquel día había llegado: el día del juicio.
El edificio del tribunal distrital se erguía imponente. El aire frío de la mañana hizo que Lilian se ajustara la chaqueta negra y sencilla que llevaba puesta. Sus manos temblaban mientras aferraban la carpeta con los documentos. Sus pasos eran lentos, como si cada movimiento hacia la sala de audiencias fuese un peso insoportable sobre sus hombros.
—¿Señora Lilian? —la voz serena de Aditya, su abogado, interrumpió sus pensamientos—. Tranquila. Recuerde que lo que defendemos aquí no es solo un divorcio, sino el futuro de Gabriel. Concéntrese en eso.
Lilian respiró hondo.
—Lo entiendo, señor Aditya. Pero siento que mis piernas apenas pueden sostenerme.
Él posó suavemente una mano sobre su hombro.
—Sea fuerte. Gabriel la necesita.
Ambos avanzaron hacia la sala del tribunal. El juez ya estaba sentado en lo alto de su estrado, con el mazo de madera frente a él. Los miembros del jura