Lucien rodeó la cintura de Margaret con calma y seguridad, como si nada hubiera ocurrido minutos antes. Su gesto fue tan natural, tan propio de él, que cualquiera podría haber creído que seguían siendo ese matrimonio perfecto que todos admiraban. Ella, sin embargo, sintió cómo el contacto le erizaba la piel. Cada movimiento suyo la hacía perder un poco más del control que le quedaba.
Caminaron hacia el coche bajo la mirada atenta de varios invitados. El chófer se adelantó al verlos, abriendo la puerta con cortesía.
—Su jefe ha bebido demasiado, por favor llévelo a casa y tenga cuidado en el camino.—Margaret explicó con voz serena
El chófer echó una mirada a Lucian, recostado sobre el hombro de Margaret, y dudó un instante.
—Señora, ¿y usted?
—Yo tomaré un taxi de regreso, no se preocupe.
Sin embargo, Lucien no retiró el brazo de su cintura.
—Sube conmigo —ordenó en voz baja, sin apartar la mirada. —me encargare de llevarte.
—Lucien, no es necesario. El conductor puede llevarte, yo—
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