“Por favor, considera mi oferta. No habrá otra mujer que me ame, tú serías la única que podría ser mi amiga y estar conmigo siempre", suplicó Eduardo.
“Yo no elegí estar contigo. Fue mi corazón el que decidió…” antes de pararme y salir de la habitación. La proposición de Eduardo me había dejado impactada. Quería que fuéramos esposos, pero sin que ocurriera nada entre nosotros. ¿Acaso había enloquecido?, me pregunté a mí misma.
“Quizás sí", murmuro. Pero lo veía tan desesperado y triste que casi le digo que sí. Me recosté en las cobijas, escondiendo mi rostro en la almohada. Me di la vuelta una y otra vez sin poder dormir. Sus palabras aún resonaban en mi mente y no me dejaban pensar ni siquiera cerrar los ojos.
“¿Por qué me dijiste eso?", pregunt&