Eduardo había tenido que alquilar una silla de ruedas para mantener la farsa. Suspiró, no sabía cómo decirle la verdad a Briana. Apiló las sillas de ruedas una al lado de la otra y sacó las muletas que tenía escondidas detrás del armario. Las miró, sabiendo que tarde o temprano tendría que revelar la verdad, pero Briana estaba muy ocupada para escucharlo. Sin embargo, decidió que quizás era el momento. Tomó las muletas y comenzó a caminar hacia la puerta, pero entonces escuchó a Briana.
—Ahora vamos al jardín y yo me tengo que ir.
—Bueno, mamá.
Briana ya había abierto la puerta y salieron rápidamente. Eduardo no tuvo la oportunidad de decirle las cosas e hizo una mueca.
— Otra vez será — comentó mientras regresaba hacia el armario y abría la puerta para guardar las m