[ALYA]
La tarde cae sobre Milán mostrando una faceta distinta de su arquitectura. Las fachadas antiguas brillan; los tranvías pintan líneas naranjas sobre los adoquines; los balcones cargados de flores parecen postales.
Pero yo… yo no siento nada de eso.
Mi pecho está apretado. Mi respiración, corta. Y mi teléfono vibra por quinta vez en menos de diez minutos.
Notificaciones. Mensajes. Menciones. Artículos. Susurros del mundo que dejamos atrás.
Todos con la misma frase:
“Los herederos Morello y Marchesi han desaparecido.” “Rumores de fuga: ¿se fueron juntos?” “El misterio detrás del abandono repentino de ambos.”
Me quedo helada. La pantalla parece gritarme que el pasado no piensa soltarnos.
Cierro las cortinas del pequeño departamento, como si eso pudiera apagar la realidad. La luz cálida queda atrapada en la habitación y me abraza, aunque no logra calmarme. El silencio se vuelve espeso, asfixiante.
—Alya… —la voz de Zaed llega desde la cocina. Suave. Precavida. Como si estuviera toca