[ALYA]
El amanecer entra por las cortinas de mi habitación como una herida abierta. No dormí en toda la noche. Cada vez que cierro los ojos veo la mirada de Zaed, sus manos aferradas a las mías, y las palabras que todavía me retumban en el pecho: “Lo haremos juntos.”
Pero ahora que la noche quedó atrás, la realidad pesa más. No puedo seguir guardando esto. No puedo mirar a mi hermano, sabiendo que vive con una mentira que podría destruirlo cuando la descubra por otro.
Encuentro a Luan en el comedor, sentado frente a una taza de café y revisando unos planos. El brillo del sol le da ese aire maduro que a veces me recuerda a papá.
Cuando levanta la mirada, sonríe.
—Buenos días, hermana. —Su tono es cálido, sin sospecha. Y me duele más por eso.
—Tenemos que hablar —digo, y mi voz suena tan seria que su sonrisa se borra al instante.
Deja el café sobre la mesa.
—¿Pasó algo?
Respiro hondo, intentando que no se me quiebre la voz.
—Sí. Pasaron demasiadas cosas.
Me siento frente a él. Mis manos