Aquí se termina

Ana esperaba a Antón para ir por los gemelos, se sentía mal por engañarlo de esa manera, vio que el auto se acercaba y salió hasta la entrada, ella caminó hacia él.

—Buena tarde, señor Mondragón.

—Ahora soy el señor Mondragón, creo que es para despistar que me has visto desnudo.

—Antónnn calla por favor.

—Ja, ja, ja, te ves tan adorable cuando te sonrojas.

Al llegar al colegio, dos pequeños huracanes salieron corriendo.

—Papá acudir al colegio es lo más genial del mundo.

—Sí, papi, aquí hay muchas niñas con las que puedo jugar.

Antón sonrió al ver tan felices a sus hijos.

—Anaaa has venido.

Los pequeños se acercaron para abrazarla.

—¿Qué les parece si de camino a casa vamos por un helado?

—Helado Siiii.

—Ja, ja, ja, vamos.

Pasaron una tarde muy agradable, Antón se daba cuenta de que cuando estaba Ana, los gemelos se olvidaban de Aldo.

Todo iba muy bien hasta que apareció una furiosa Eva, los había visto de casualidad al pasar por ahí.

—Esto es más de lo que puedo permitir. —Se fue sob
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