Eva, al escuchar las palabras de Alejandro no pudo más que sonrojarse, "¿Cómo demonios tenía tan mala suerte?", se maldijo Eva en sus adentros.
- ¡Señor Mendoza! ¡No debería andar escuchando pensamientos ajenos! - dijo Eva en respuesta a las palabras antes mencionadas por Alejandro.
- Yo no dije nada, solo que me pareció cómico que sea virgen y crea que será olvidada, por lo que consideré que si le agregaba un par de gatos, eso le daría un toque más... ¡No lo sé! ¡Dramático!
- ¡No! ¡No! ¡Bueno, es que yo no puedo con usted! - dijo Eva al no encontrar más armas con que defenderse.
Alejandro al ver el rubor en las mejillas de Eva, no pudo evitar sonreír. Por primera vez, Eva pudo ver una sonrisa genuina en el rostro del hombre.
"No es que me guste, pero realmente se veía atractivo cuando sonreía con naturalidad", pensó Eva por dentro.
- Debería no entrometerse en los pensamientos privados de las personas... - dijo Eva nuevamente tratando de defenderse.
- Ya le dije, señorita Díaz