Eva iba camino a casa de sus padres, trataba de controlarse, trataba de relajarse, en definitiva, Alejandro Mendoza la había llevado al límite, ¿Cómo demonios se atrevía a hacerle lo que le estaba haciendo?
Ella pensaba, y pensaba, en qué fue lo que había hecho para que este hombre se tomara tantas atribuciones que no le correspondían.
Sus manos aún temblaban, jamás se hubiera imaginado vivir algo así, trataba de encontrar la mejor manera de continuar ahí, pero por más vueltas que le diera, ella no encontraba algún camino viable que no afectara a su amiga Sara.
- Señorita, hemos llegado a su destino… - Se escuchó la suave voz de una mujer algo mayor.
- ¡Oh, perdón! Estoy un poco distraída… - Respondió Eva algo apenada.
- No se preocupe, ya me había percatado de ello. Sea lo que sea que usted esté pasando, debe saber que, siempre hay una solución, solo debe tratar de mantener la cabeza fría. – Dijo la conductora del taxi de aplicación.
Eva la miró y sonrió. Era la primera vez que alguie