DEBBY
Los nervios no me han abandonado desde que salimos del hotel. Sebastián ha estado serio y callado todo el tiempo. Me remuevo inquieta en mi asiento; he hecho varios intentos en vano por concentrarme en otra cosa, en buscar soluciones para no arruinarle la velada. Sin embargo, en todos, el final es desastroso. Comienzo a creer que fue una muy mala idea haber aceptado venir.
—Te ves muy apuesto —es lo primero que suelto.
Sebastián me mira y asiente una sola vez, para volver su atención a la ventanilla del auto.
—Gracias.
Respiro hondo
—Estoy segura de que todo saldrá bien —hago un nuevo intento por romper el hielo.
—Sí.
—¿Cuánto crees que dure la cena?
—No sé.
Es imposible; la brecha que se ha formado entre nosotros es impenetrable y eso me causa remordimientos. No importa cuánto lo intente, él me seguirá respondiendo con palabras cortas, sin ánimo de nada. Imagino que debe estar enfadado porque le oculté que Mateo es hijo de Rupert, pero no es para tanto.
—Sebas, yo...
—Ahora no,