DEBBY
El frío de la noche cala mis huesos, aunque no sé si es la temperatura o el temblor de mis manos lo que realmente me hiela por dentro. La brisa trae consigo el olor a tierra húmeda, como si el mundo supiera lo que está a punto de ocurrir, como si la naturaleza misma anticipara el desastre. Detengo mi atención frente a Sebastián, su mirada está cargada de terror. Tiene sangre en el labio y el miedo tatuado en el rostro. Mi navaja brilla bajo la luz pálida de la luna, misma que le clavo en la palma de la mano.
—¿Por qué lo hiciste? —mi voz suena más rasposa de lo que esperaba, pero no titubeo. El peso de las palabras me ahoga antes de que siquiera salgan—. No debiste hacer que yo recordara mi pasado.
Sebastián no responde. Su respiración es rápida y entrecortada, como un animal atrapado. Intento ignorar la punzada de duda que me recorre. Lo miro fijamente, buscando algo, cualquier cosa, pero todo lo que veo es a un cobarde.
—¡Responde! —grito esta vez, acercándome más.
—Yo solo