10. Harta
Emilia Díaz
Ya no podía soportarlo más.
Gloria se estaba tomando atribuciones que no le correspondían. Ahora resultaba que ni siquiera podía hablar con mi madre a solas porque ella tenía que estar presente. Siempre, como una sombra, acechando, asegurándose de que nunca estuviera fuera de su vista.
Pero esta vez había ido demasiado lejos.
Mi madre ya se había dado cuenta de mi molestia. No le gustaba Gloria, y no hacía el mínimo esfuerzo por ocultarlo. La trataba como a un simple trapo. Pero el problema era que Gloria se vengaba de mí por ello, siguiéndome a todas partes con la excusa de “cuidarme”.
Ya ni siquiera en mi habitación tenía un instante de privacidad.
Cada vez que cerraba la puerta, ella entraba sin previo aviso. “Solo para asegurarme de que está aquí”, decía con esa voz seca y fría. Como si pudiera escaparme. Como si fuera una prisionera en esta maldita mansión.
Mi respiración era agitada mientras caminaba tan rápido como mis piernas y mi vientre me lo permitían. Mi bebé e