Capítulo 16

  Rosario se levantó al día siguiente. Preparó un té para ella y otro para Lucrecia que aún seguía en la cama. Colocó la pava y al instante sintió a alguien que se acercaba.

     — Lucre, ya puse la pava.— Dijo Rosario.

     — Soy la madre.— Se escuchó oír suavemente.

     — Ah, disculpe. No sabía que era usté.— Contestó sobresaltada.

     — No hay nada que disculpar querida.

     —¿Le puedo preguntar algo señora?— Rosario no sacaba la mirada del agua que dejaba ver la pava sin tapa.

     — Si, pues claro.

     —¿Cómo se llama?

     — Jacinta, querida.— Contestó la madre de Lucrec
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